Cuarenta y siete

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***BANNER PENDIENTE***
MI VERDADERO FINAL



No dejo que ningún obstáculo me impida llegar a la ubicación lo más rápido que mi cuerpo y mi pierna herida me permita. Puedo ver como se desvanece ante mis ojos todo el cuidado que le di a mi lesión durante los días previos a la obra de teatro, vislumbro cómo se cae por la borda en un abrir y cerrar de ojos; noto los horribles pinchazos de dolor restregarse en mi rodilla, en mis pantorrillas, extenderse con fuerza y acentuarse con furor contra mi espalda.

Nada de eso me importa. Solo pienso en Mike, en lo que le estarán haciendo. Porque mi mente me está jugando chueco y me muestra escenarios horribles de él siendo torturado por William.

Mi miedo era mucho más fuerte que mis dolores, el monstruo está al acecho y tiene entre sus garras a una parte importante en mi vida. El dolor se acentuaba cada vez que mi pie chocaba contra el suelo en mi carrera. Duele, duele mucho. El cansancio tampoco era importante; el sudor que me corre por la frente y la espalda eran nimios. Pese a mi carrera, siento frío, un frío que me congela cada partícula de mi ser.

Y ni siquiera tuve tiempo de quitarme el disfraz de Merlín Addams.

La noche amenaza con tormenta. El cielo parpadea por los relámpagos de un pronto diluvio, a lo lejos se escucha el retumbo característico de los truenos que se acercan cada vez más. Lo siento como un mal augurio, el Grimm aullando ante la oscuridad, sentenciándome.

Miro la pantalla de mi celular, hacia el punto rojo que me muestra dónde está Mike. Está cerca, apenas a unos treinta metros. El reloj me marca que ya han pasado diez minutos desde que William me puso la hora límite. Tengo que apresurarme.

La ubicación me adentra en el parque de Santa Julia, un lugar que podía considerarse un paraíso ecológico puesto que es enorme y representa en su interior un pequeño bosque con frondosos árboles por todos lados. Parece como si las bancas fantasmales, vagamente iluminadas con faroles azules, me dieran la bienvenida a un gótico final.

Mis pies se enredan con las gruesas ramas de un árbol que rasgaban el cemento del camino donde yo transitaba, sin poder evitarlo caí contra el suelo, dándome un golpe en la cabeza. Gimo de dolor, siento caliente ahí donde me he golpeado. Me puse de pie, obligándome a mí mismo a continuar. Froto contra el pantalón mis palmas rasgadas por el suelo y seguí corriendo. Me arde la cara, la sangre de mi nueva herida comenzó a unirse a mi sudor.

Justo en medio del pequeño bosque se encuentra una extensión de pasto que hacía, a la vez, como un pequeño campo de fútbol. Ahí, justo en medio, vi las sombras de un par personas, una de ellas era de una baja estatura, encogida ante los pies de otra sombra mucho más alta.

—Mike —susurro. Me adentro al campo con el corazón latiendo muy fuerte, me detengo justo cuando estoy a un par de metros de ellos.

Bajo la nula iluminación de los faroles azules del parque, puedo ver a William, sujetando la playera de mi hermano menor con mucha fuerza mientras éste gimoteaba.

—¡Suéltalo! —le grito, tratando de tomar un papel imponente—. Estoy aquí, déjalo ir.

William se dio media vuelta y me dirigió una horrible y ancha sonrisa. El alma se me cayó a los pies cuando veo que tiene una filosa navaja en su otra mano. No alcanzo a ver bien a mi hermano debido a la poca luz, no sé si está herido o tiene sangre en su pequeño rostro. Solo está ahí, llorando entre gemidos de angustia.

—No —espetó Will, agitando un poco a mi hermano menor. Éste chilló un poco.

—Por favor —le pido, esta vez ya no hay tanta rudeza en mi voz, hay un fuerte dejo de súplica—. Él no tiene la culpa de nada. El problema lo tienes conmigo, no contra él.

Besos Color Púrpura (En proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora