Cuatro

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Yo no sabía que, al entrar por la puerta de la casa, me llovería una estampida de problemas

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Yo no sabía que, al entrar por la puerta de la casa, me llovería una estampida de problemas. Mi hermano Marcus sale de la cocina con un tazón en las manos y se queda boquiabierto al verme llegar. No sé de qué se sorprende, pero decido ignorarlo.

—¿Cómo has llegado tan rápido? —me pregunta. Tiene el cabello ligeramente revuelto, usando una estúpida playera sin mangas cuyo estampado reza el nombre de su cantante de rap favorito: "Wiz Khalifa". Dicen que Marcus es muy parecido a mí, por la forma de nuestros ojos y los labios e incluso se han atrevido a decir que cuando yo crezca me pareceré mucho a él.

No, Dios me libre.

—Me trajeron —respondo a secas. Ya estaba acostumbrado a que mi hermano mayor me recrimine hasta por respirar; es como si tuviera un odio especial hacia mí ardiendo en su interior.

Veo que mi hermano se asoma por la ventana de la sala como en un afán de verificar si lo que yo dije era cierto. Suelto un grito de exasperación. Me voy directo a las escaleras, pero la voz de mi hermano me detiene.

—¿Has gastado dinero en un maldito Uber? —su grito me molesta tanto que decido mentirle.

—¡Sí, he gastado mi maldito dinero en un Uber porque un idiota olvidó ir a buscarme a la escuela! —lo encaro con la frente en alto, me siento fuerte, ignorando el hecho de que a su lado yo parezco simplemente un mosquito molesto.

Él es todo alto, grande, fuerte. ¿Y yo? Delgado y chaparro.

—Eres un maldito desgraciado. Papá está teniendo una crisis económica desde el accidente, y tú te tomas la molestia en venir en un puto Uber. —Había rabia en sus ojos, en su voz.

Y eso me cabreó. Mencionar el accidente de una manera tan despectiva, como si todo lo que sucedió ese horrible día fuera mi culpa, colmó mi paciencia. Mi boca estalló.

—¡Eres un cabrón! —le grito, importándome muy poco insultar—. ¡Y un maldito hipócrita!

Él se pone serio, sujetaba el tazón que tenía entre sus manos con mucha fuerza.

—A ver, repítelo —echa los hombros hacia atrás, y yo sonreí levemente. Amo hacerlo enojar, significa que yo estoy comenzando a triunfar.

—Hablas de la crisis económica de papá como si tú fueras un santo —estoy respirando con mucha dificultad, pero me importa un reverendo rábano—. Sé lo que haces, sé que papá te paga para que nos cuides, de no hacerlo, tú no estarías aquí. Así que eres un hipócrita por decir que malgasto el dinero cuando tú le cobras cada maldito favor que te pide.

—Eso a ti no te importa —ruge él, ya está más que molesto; su rostro está rojo, aferra tan fuerte el plato que parece que en cualquier momento se hará añicos—. ¡He tenido que dejar mi trabajo para poder venir aquí! También tengo mis gastos, ¿sabes? ¡Cómo carajos voy a pagar mis cosas si estoy atorado aquí cuidándolos a ustedes dos!

Besos Color Púrpura (En proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora