Tres

398 34 14
                                    


Nunca aprendí a diferenciar los tipos de autos ni mucho menos por sus marcas, modelos o nombres —Dios, que me revuelve demasiado— pero debo admitir que el auto de Conrad es verdaderamente fenomenal

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nunca aprendí a diferenciar los tipos de autos ni mucho menos por sus marcas, modelos o nombres —Dios, que me revuelve demasiado— pero debo admitir que el auto de Conrad es verdaderamente fenomenal.

Está estacionado en la parte trasera del edificio bajo un toldo azul medio roto que lo cubría de la lluvia. Ahora entiendo por qué él está completamente seco, a diferencia de mí, que estoy mojado por completo. Incluso con cada paso que doy, siento cómo mis calcetines empapados suenan dentro de mis tenis. Con la llave, Conrad quita el seguro.

—Estoy mojado —digo.

—¿Y?

—Que dejaré empapado tu asiento.

—No hay problema con eso —espetó y con un movimiento de cabeza señaló al auto, como indicando que me subiera de una vez.

Me encojo de hombros, abro la puerta y entro. Dejo mi mochila entre mis piernas y me pongo el cinturón de seguridad. Conrad entró a mi lado, del lado del piloto.

—Muy lindo –digo mirando el interior del auto. No sé nada sobre ello, pero se ve bastante moderno. Y el aroma del interior está cargado como de una loción masculina.

—Y soy guapo también –noto que el chico me guiña un ojo al mismo tiempo que presiona un botón y el auto comienza a vibrar suavemente.

—Me refería al auto, tonto. Debo admitir que ese corazón morado que cuelga del espejo retrovisor es demasiado varonil –lo digo a modo de burla mientras lo señalo, incluso tiene brillantina.

—Es un regalo, prohibido burlarse de él –me mira con un ligero toque de agresividad. Muy fingido, debo admitir pues no generó en mí ningún tipo de temor.

—Cincuenta y dos, calle del terciopelo rojo. –digo como quien da indicaciones a un taxi.

Él no me responde, se dispone únicamente a emprender el camino.

El auto avanza y con ello nos llega un silencio incómodo. Miro de soslayo al chico que está sentado a mi lado y trago saliva en seco.

Serénate, Harry, serénate.

En este momento comienza a revolotear miles de ideas en la cabeza: acepté ser llevado a casa por un desconocido, me podría matar o lo que sea peor que eso. No, no quiero pensar en lo que fuera peor que eso. No soportaría pasar por algo así nuevamente.

Mi mirada se posa en el rostro del muchacho. Debo admitir que es guapo, demasiado... bajo un poco la mirada y observo detenidamente sus brazos ya que un destello morado sobre su piel captó mi atención... Pero ¿qué veo? ¿Es ese un tatuaje en su antebrazo? ¿Venderá drogas? ¿Acaso habrá una caja de LSD debajo de mi asiento?

Genial, ya estoy comenzando a juzgar a un chico solo por usar tatuajes. Soy un asco.

Pero la verdad es que no puedo dejar de verlo mientras pienso en eso. Sus facciones son delicadas, aunque logro divisar una cicatriz vieja cerca del ojo derecho y unas cuantas más en su frente. ¿Peleas callejeras, quizás?

Besos Color Púrpura (En proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora