Veintiuno

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El resto de la semana fue brutal

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El resto de la semana fue brutal. El miércoles se entregó la tarea que realicé con Cindy y nos dejaron el doble de tarea. Ese mismo día, así como el jueves también, no acompañé a Conrad a realizar ninguna entrega puesto que debía hacer las tareas y estudiar para los exámenes que estaban más cerca. Según escuché rumores de que estos comenzarían a mitad de la semana siguiente.

Adelanté todo lo que tenía pendiente para que el viernes pudiera verme con Mai a una visita al centro comercial. Resultó que yo también estaba invitado a la fiesta de Jake que sería el sábado. Una maldita fiesta de disfraces.

Cindy invitó a todo su grupo de baile a la fiesta, por lo que Mai también estaba invitada.

Sin embargo, el único que no estaba requerido era Adam aunque no me sentía nada mal por él. Ir a la fiesta de Jake debe ser la cosa más asqueante del mundo.

Y estoy seguro de que Conrad está muy contento de que Adam no estuviera invitado.

Mai pasó por mí el viernes a las cinco de la tarde para irnos de compras. Nunca fui fan de ello, era aburrido y tenía la mala costumbre de llevarme lo primero que veía para evitarme pasar horas probándome la ropa. Mai era todo lo contrario, ella entraba a los probadores al menos cinco veces por tienda.

Llegamos al Beverly Center. El amplio centro comercial estaba, como siempre, abarrotado de turistas de todos lados del mundo. Aunque, claro, Los Ángeles sin turistas no es Los Ángeles, como suele decir mi abuela.

Mai le encantaba venir a ese centro comercial pues en este lugar estaban sus tiendas de moda preferidas, desde Dolce & Gabanna, Gucci, Jimmy Cho y Louis Vuitton hasta Montblanc, Prada, OMEGA y Versace. Además de una enorme tienda de disfraces que Mai catalogaba como "de lujo".

Esa tienda era nuestro destino.

Adam nos alcanzó en el centro comercial cinco minutos después de que nosotros llegáramos. Caminamos un rato por los pasillos, Mai se echó un buen "taco de ojo" mirando a los turistas guapos de otros países. Adam hizo lo suyo, observando a algunas francesas y coreanas que se paseaban por ahí, aunque sin llegar a acosarlas brutalmente con la mirada.

Yo, por mi parte, no podía mirar a nadie más porque en mi mente solo existía una persona. Y daba igual lo guapo o fuerte que se viera otro chico, no podía imaginarme estando con él, ni besándolo. Ni mucho menos se me antojaba. La verdad era que la única persona que se me antojaba era Conrad. Un Conrad cubierto de crema batida, chocolate y una dulce cereza sobre su cabeza.

—Me estoy muriendo de hambre —anunció Adam frotándose un poco el estómago.

—La verdad es que también yo —dijo Mai haciendo una pequeña mueca—, he estado haciendo una dieta de infarto, y ya no puedo más. Necesito un poco de grasa.

Y fue así cuando fuimos al área de restaurantes. Toda la comida de este lugar era gourmet, y por ende, sumamente caro. Aunque no había problema, según Mai, pues cuando íbamos a lugares así ella se ofrecía a pagar la cuenta siempre y cuando Adam y yo pagáramos nuestras bebidas.

Besos Color Púrpura (En proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora