Treinta y cuatro

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Jamás me imaginé que alguien, en algún futuro, lograra pedirme que fuera su novio de una manera tan hermosa y extraña

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Jamás me imaginé que alguien, en algún futuro, lograra pedirme que fuera su novio de una manera tan hermosa y extraña. Parpadeé un par de veces para mitigar el aturdimiento, me pellizqué discretamente el brazo solo para cerciorarme de que esto no era un sueño. Y es que, en serio, ¿de verdad me acaba de pedir ser su novio después de una pelea?

Sin embargo, él se veía tan guapo con ese dulce regalo dentro de una pequeña cajita. Pude ver que esperaba con ansiedad mi respuesta, lo notaba en su respiración, la forma en que sus fosas nasales se hinchaban y contraían por su respiración. Decir la respuesta era tan fácil, mucho más que las preguntas de los exámenes que siempre me causaron terror; esto ya lo había estado ensayando desde hace mucho tiempo en caso de que este momento llegara.

Y al fin había llegado.

Esbocé una pequeña sonrisa y me limpié una lágrima más que intentaba llegar a mi barbilla. Decido ignorar las advertencias, las sirenas cantoras del peligro que manifestaba toda la nueva información recabada sobre su pasado; de hecho, ni siquiera estoy pensando en ello. Lo único que quiero es seguir lo que en verdad quiere mi necio corazón.

—Sí —respondí—. Por supuesto que sí.

Conrad sonrió también, una felicidad que estallaba con total ternura en su rostro. Entusiasmado, Conrad abrió la cajita, revelando lo que había en su interior: Un anillo pequeño, de color dorado y con letras grabadas en un hermoso manuscrito sobre la parte superior.

Eran iniciales.

"C & H"

"Conrad & Harry"

Me colocó el anillo en el dedo anular. El tacto de su mano sobre la mía ejerció en mi cuerpo un estremecimiento hermoso, como las olas de un violento mar de seda contra mi cuerpo.

—No es un anillo de compromiso —dijo él, mirándome directamente a los ojos—. Es una promesa, la promesa de que voy a amarte ahora y siempre. La promesa de que, si el tiempo nos lo permite, pueda sustituirlo por uno mejor, por el que de verdad debería ser.

—Pero este anillo está perfecto, es hermoso —exclamé mirándolo con un dejo de embelesamiento.

—Dulzura —dijo éste con una sonrisa. Llevó una de sus manos a mi cabello, deslizando sus dedos entre ellos en una suave caricia.

—Pero yo no tengo ningún regalo para ti.

—Ya me lo has dado —Conrad arrugó un poco el ceño, en ningún momento flaqueó su sonrisa—. Lo fue tu respuesta. Aceptar ser mi novio fue el mejor regalo que pudiste haberme dado.

Mi corazón dio un delicioso vuelco. Me acerqué a él y lo besé, pero no habíamos estado ni cinco segundos en ello cuando mi celular sonó con fuerza. Ambos soltamos un respingo. Dolió separarme de sus labios.

El celular se encontraba a un costado del sofá. Al revisarlo veo el nombre de mi padre resaltando en la pantalla.

Mierda.

Besos Color Púrpura (En proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora