Treinta y tres

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Debido al interrogatorio, el director me dio el permiso de no asistir ese día a clases, alegando que mi falta estaría justificada

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Debido al interrogatorio, el director me dio el permiso de no asistir ese día a clases, alegando que mi falta estaría justificada. Mi padre me llevó en el auto hasta la casa. Él me estuvo hablando todo el tiempo, pero la verdad es que no lo escuchaba; me encontraba enfrascado en mis propios pensamientos.

No podía creerlo. La verdad es que no quería hacerlo. Me venían a la cabeza mil y un razones para que Mónica se haya largado sola en carretera hacia Los Ángeles dado a su comprometedora situación, pero todas carecían de lógica. Me compadecí lo suficiente como quien puede sentir compasión de alguien que nunca le cayó lo suficientemente bien como para llorar su ausencia.

Papá me dijo que, si necesitaba algo, que le avisara, incluso mencionó que me llevaría al doctor cuando diera la hora de la cita.

Me tiré a la cama y tomé mi teléfono celular. Sin mensajes ni llamadas de Conrad. Incluso, al marcar, me seguía enviando a buzón de voz.

¿Qué habría pasado con él?

Ya comenzaba a preocuparme. La angustia me perforaba con el potente filo de un cuchillo. Sentí las ganas de llorar agolpándose con ardor a mis ojos. No dejé vencerme. No lloré.

Quise buscar sus redes sociales, hasta ahora me había dado cuenta que no lo tenía agregado ni a Facebook, ni Twitter o Instagram. En el primero no lo encontré, pero sí que encontré sus perfiles de Twitter e Instagram, ambos en privado.

Me debatí si podía mandarle una solicitud de seguimiento, pero no quería parecer un horrible acosador. Así que decidí dejar esto por la paz. Lanzo mi teléfono al otro lado de la cama.

Lo extrañaba, demasiado. Me hacía tanta falta saber de él, ver su sonrisa o simplemente escuchar su voz con una llamada. Desde que lo conocí, siempre estuve al tanto de todo lo que hacía y no hubo un solo día en el que no escuchara su voz al menos en una llamada. Me di cuenta que me estaba convirtiendo co-dependiente a él, lo que me alarmó bastante.

Hundido en aquella pequeña desesperación, volví a tomar mi celular y entré a mi galería de fotos y me puse a mirar por un buen rato la foto que él me había mandado hace unas noches, aquella en la que no tenía playera.

Se veía tan lindo, tan sexy. Supe que debía dejar de mirarlo cuando mis mejillas comenzaron a percibirse calientes. Deambulé entre mi galería, pasando de fotos a fotos. En una de ellas yo estaba abrazado de Mai, ambos riéndonos de lo lindo; otra más, Adam haciendo una pose graciosa con un pato de juguete en la cabeza —no recuerdo cuando se sacó esa foto— y, al final, llegué a más fotos de Conrad, aquellas que le tomé mientras estaba durmiendo. Pronto reparé en algo que había olvidado por completo.

El tatuaje.

Me incorporé, recordando de golpe que me había prometido buscar su significado.

Abrí de inmediato mi laptop y pasé la foto a mi equipo por medio del Bluetooth. Recorté la imagen sacando únicamente el área del tatuaje y entré a Google. En la sección de imágenes me dispuse a buscar referencias.

Besos Color Púrpura (En proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora