Trece

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Siempre me ha gustado el jardín de Mai, es alucinante, aunque no fuera tan grande como el de la mansión de Louis Greentwon, definitivamente tiene mucho más encanto

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Siempre me ha gustado el jardín de Mai, es alucinante, aunque no fuera tan grande como el de la mansión de Louis Greentwon, definitivamente tiene mucho más encanto.

Se trata de una extensión amplia de césped llena de preciosos cerezos, altos, frondosos, que, con ayuda de los rayos del sol, tiñen de rosa el jardín de una manera sublime. Esparcidos por todo el patio hay algunas banquitas de blanco justo a la sombra de algunos cerezos. Y, para rematar, gnomos de porcelana. Unos cuidando las plantas, otros jugando entre ellos y algunos más con el ceño fruncido como si estuvieran molestos.

Conrad y yo nos acercamos a una de esas bancas y tomamos asiento. Las hojas del cerezo bailaban sobre nuestras cabezas creando un contraste muy bello en el ambiente. Conrad fue el primero en hablar:

—Nunca me llevé bien con él.

Entiendo que se refiere a su hermano.

—En realidad, todos fuimos capaces de notarlo. Había demasiada tensión y todo se sentía tan... tóxico.

Conrad soltó un suspiro. Jugueteaba con sus dedos entre sí y mantenía fija la vista en ello mientras seguía hablando.

—Mi padre siempre tuvo una forma muy peculiar para criarnos, principalmente porque siempre creó una especie de competencia entre mi hermano y yo. Pese a todo, nunca permitió que existiera una tregua entre nosotros. William es más chico que yo por dos años, pero eso no quita que sea extremadamente peligroso. En muchos aspectos. Con el paso de los años ha creado una personalidad muy parecida a la de mi padre: Él es frío, manipulador, cruel y muy... —se interrumpió y no dijo nada más.

Bajo la mirada y trago saliva en seco recordando esa mala vibra que sentí en el despacho cuando William me miró directamente. Supe en ese momento que algo no iba bien con él y, después de escuchar esa explicación, todo tenía sentido.

—Aprendió a amar la competencia —continuó Conrad—. Y cada vez que él notaba que yo lo superaba en algo, él hacía todo lo posible para destruirme y alzarse por encima de mí. Tiene una fijación muy extraña por mí. Detesta que yo lo supere, siempre quiere ser mejor que yo en todo.

Arrugo un poco el ceño, tratando de asimilar su información. Espero a que diga algo más, pero cuando no lo hace, decido romper el silencio:

—Entonces... ¿por qué está aquí? —pregunto—. ¿Hay algo en lo que él quiera...? —entonces caigo en la cuenta.

Su pastelería.

Él me mira directamente a los ojos y sus manos siguen retorciéndose suavemente entre sí.

—Mi negocio de pasteles, sí. Es muy probable —Conrad aparta la mirada y la vuelve a enfocar en sus manos. Estoy comenzando a preocuparme—. Nada de lo que venga de mi hermano es bueno. Y te aseguro que no está aquí por una razón noble.

Besos Color Púrpura (En proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora