Treinta y ocho

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El viernes por la tarde noche, después del exhaustivo ensayo en el teatro escolar, Mai, Adam y yo decidimos retomar una vieja tradición dado a que todos teníamos el resto de nuestro tiempo libre: almuerzo en la cafetería de don Grasitos

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El viernes por la tarde noche, después del exhaustivo ensayo en el teatro escolar, Mai, Adam y yo decidimos retomar una vieja tradición dado a que todos teníamos el resto de nuestro tiempo libre: almuerzo en la cafetería de don Grasitos.

Sí, tal vez ya sean las cinco de la tarde, pero el hambre que teníamos después de todos esos ejercicios que nos hizo hacer Yamir nos trajo un hambre de muerte. La quijada me dolía solo de imaginarme comerme una de esas hamburguesas en compañía del característico batido de azúcar quemada y ese pequeño dolor de antojo en la boca me persiguió hasta que al fin llegamos a la cafetería y abrimos las puertas triunfantes al acogedor interior.

El señor Grasitos, al vernos, soltó un enorme saludo que terminó en un fuerte abrazo, uno para cada uno, anunciando lo mucho que nos extrañó. Elegimos lo de siempre, la misma mesa y la misma comida. El hombre se vio muy contento de traernos nuestro pedido.

Ya me había mensajeado antes con Conrad, pues le había preguntado si quería venir a comer con nosotros —dejando por un lado las quejas de Adam pues alegaba que esto era una comida de amigos, que los novios no estaban permitidos; comentarios que hizo que el chico se ganara una mirada de desaprobación por parte de Mai— pero tal parecía que mi novio estaba lidiando con sus propios problemas.

Dijo que la tienda de Santa Clarita había sufrido un percance por un ladrón y había varias ventanas rotas. Incluso me mandó una foto de su rostro bañado en sudor mientras levantaba un taladro con su otra mano. Se le veía tan sexy que no pude evitar morderme el labio.

"Ando en reparaciones y pronto vendrán a instalar unas cámaras de seguridad que compré. Lo lamento, amor, me hubiese encantado estar ahí".

Yo igual le mandé una foto de mi cara, roja por el ejercicio y con el cabello un poco mojado por el sudor.

"Yamir y Mai nos están matando. Lamento mucho lo que pasó en la tienda" tecleé. "¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?"

"No, mi amor. Tú disfruta la tarde con tus amigos. Por cierto, te ves tan lindo, mi bello camarón".

Por el esfuerzo de andar corriendo por el escenario, toda mi cara estaba bastante roja. Es el precio que hay que pagar por tener la cara tan blanca. Me urgía un bronceado, sin embargo, cada vez que me paraba ante el sol en vez de quedar más morenito sabroso me ponía rojito camarón.

Ho-rri-ble.

"Cuídate mucho" mandó Conrad en otro mensaje. "No te esfuerces mucho, podrías lastimarte más tu pierna".

Era un detalle que Mai y Yamir siempre tuvieron presente. Sin embargo, me he estado cuidando lo mejor que he podido con mis medicamentos y la pomada. Hay mejorías, bastantes. Solo queda desear que todo siga este mismo curso ya que, de ser así, llegaré a la noche de estreno listo para dar las piruetas necesarias sobre el escenario. Le tecleo una respuesta rápida alegando que no debe preocuparse, que estoy bien y que cualquier cosa podía contar conmigo. Me respondió con un emoji de beso y me dijo lo mucho que me quería.

Besos Color Púrpura (En proceso de corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora