Magia, amor, paletas de uva y besos dulces.
"Mi sueño es dar mi primer beso en las estrellas".
Portada creada por: @theravensroom
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El cuello, la espalda, todo me estaba doliendo como los mil demonios. Magdalena iba a viento en popa, estaba vendiendo tantos pasteles como podía; todo mi dinero crecía cada vez más y estaba plenamente seguro que toda esta mierda terminaría pronto. El estrés me estaba matando. Los dolores de la cabeza también me atormentaban a diario y esa maldita caja vacía de pastillas para la migraña solo se burlaba de mí mientras la observaba en el panel de mi auto.
Necesitaba una deliciosa taza de té de hierbabuena para poder relajarme y así dormir plácidamente toda la noche. Si tan solo el tráfico se apurara. La noche era muy fría y la cama caliente de mi departamento me llamaba como el suave canto de una sirena. Seduciéndome con sus suaves telas de seda fina.
Un semáforo me detuvo. Tomo el teléfono celular y reviso el chat de Harry. Seguía sin responderme. Él nunca tardaba tanto en responder; me estaba comenzando a preocupar. Ese chico estaba lleno de problemas, la mierda parecía hundirlo hasta la barbilla. Casi a la par que yo, con la única diferencia que yo estaba hundido completamente en ese fango apestoso.
"Disfruta tu salida" le había puesto hace más de tres horas. Eso era lo que él me había dicho, que saldría con un amigo, al que supuse que quizá sería con Adam o con Mai. O quizá con ambos. De seguro estaba lo suficientemente ocupado como para responderme. De seguro estaba en el cine, podría ser, él no me dijo lo que haría.
Bloqueé el celular cuando el verde se avistó ante mí. Me puse en marcha.
Fue un alivio cuando ingresé al estacionamiento del enorme recito de departamentos. Me bajé del auto. Subí como un zombie por el elevador. Cuando al fin llegué a la puerta de mi departamento e ingresé a mi hogar, me quité los zapatos, sintiendo así que un gran peso se me quitaba de los hombros.
Sin embargo, ese peso apareció nuevamente cuando una voz hizo que mi cabeza me doliera con más fuerza todavía:
—¿Un día largo, hermanito?
William estaba ahí, sentado en mi maldita sala como si se sintiera el dueño del lugar. Hice una mueca de hastío.
—¿Cómo demonios entraste aquí?
—Fuimos entrenados por padre —soltó él con calma—. También te ha enseñado cómo irrumpir en una casa sin la necesidad de una llave.
—No estoy de humor para aguantar tus estupideces. ¿Me harías el favor de largarte para que pueda dormir?
—No —respondió con sequedad; tenía la pierna cruzada, me daba ganas de golpearlo cada vez que veía su estúpida sonrisa de autosuficiencia—. Si tomé el atrevimiento de venir a verte fue por algo importante, ¿no lo crees?
—Lo sé, y no debe ser nada bueno. ¿No tienes nada mejor que hacer?
—La verdad es que no. Me aburría en casa —metió la mano en el bolsillo de su sudadera y extrajo una caja de cigarrillos rojos.