Recuperando el aliento

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La joven permanecía en su habitación con la puerta cerrada y lagrimas cayendo de sus grises ojos hacía la almohada, de pronto alguien tocó la puerta, y ella no quiso ir a abrirla, hasta que el sonido se repitió varias veces — ¿Puedo pasar? — preguntó la reina con la cabeza en alto una vez que su hija estaba de pie frente a ella

  — Haga lo que guste su majestad — contestó retomando el camino hacía su cama

  — Quiero hablar contigo, explícame, ¿por qué tu y tu padre discutieron hoy?

  — Cometí un error, y el se enfado mucho

  — Esta bien, hija, sabes que puedes equivocarte, pero procura darte cuenta del daño y trata de cambiar ese error lo antes posible para que no te vuelva a suceder, ¿esta claro?. — la princesa asintió en respuesta — Ahora... pasando del tema, mañana iremos a ver tu vestido para la boda

 — Será algo por conveniencia, no por amor, yo quería una relación parecida a la de ustedes, pero ya es tarde para eso, no soy una niña — bajo la cabeza

 — Oye, en la vida no siempre obtenemos lo que queremos, a veces podrían ser cosas mejores, y te aseguro que en unos años vas a estar agradecida por todo esto, espero seguir con vida para poder apreciar ese momento

— Gracias mamá — dijo tratando de poner una sonrisa en su rostro

— Te lo aseguro Heddaiciar, serás una de las pocas mujeres muy afortunada, ese príncipe es un amor — afirmo la reina saliendo del cuarto de su bella hija, quien no se sentía del todo de acuerdo, pues nunca había estado en una situación similar, así que al oír la puerta cerrarse, condujo su vista hacía las estrellas por la ventana, y se pregunto que habría más allá de todos esos problemas, lejos de todas esas personas, esos árboles, y esas montañas; ¿un destino?, ¿un mejor camino?, quizás alguien con el deseo por ayudarla a salir del infernal vacío que sentía en su vida cuando estaba dentro del castillo, sin saber que al otro lado del mundo su futuro esposo, estaba haciendo exactamente lo mismo, mirando las estrellas.

Al día siguiente Heddaiciar se despertó muy temprano con los ojos hinchados por las lágrimas que había derramado la noche anterior hasta quedarse dormida; se incorporó de su cama, cepillo su cabello, y mirándose al espejo repitió: ''Hoy voy a lograr todo lo que me proponga".

Bajo las escaleras deprisa, y de manera sigilosa para montar un caballo y escapar al pueblo de visita sin que nadie la viera. Como era de esperarse la princesa lo logro, y realmente lo estaba disfrutando, pero como dicen, en cada desfile hay una tormenta — ¿Acaso no es esa la princesa? — pregunto uno de los guardias a Jacobo luego de escuchar el día anterior el relato de las mentiras y hazañas de la chica a escondidas del rey Arthur

— Pero por supuesto que lo es, — respondió este sonriendo — olvido usar otra caperuza

— Podríamos reportarla con el rey o con su hermana, ya que la reina dudo mucho que vaya a castigarla

— ¿Qué tal si la chantajeamos primero?

— No, no nos dará más dinero del que podríamos pedir al rey por espiarla

— En eso tienes razón, — dijo Jacobo aún mirando a la princesa caminar por las calles — será mejor que corras a avisarles mientras que yo la vigilo

— Si señor

— Te tenemos princesa — susurro Jacobo con una sonrisa perversa marcada en su rostro.

Heddaiciar no notaba nada extraño o distinto a su alrededor mientras iba caminando, para ella era simplemente otro día de fuga, solo que esta vez más temprano y sin animo para volver al castillo, así que se sentó en una de las bancas de la calle a mirar el cielo y en el las nubes, cuando vió pasar a unos niños jugando con palos de madera — Oigan, ¿pero qué hacen? — pregunto ella entre risas

— Estamos entrenando a Michael, para que sea más valiente como los caballeros y se le declare a una niña

— Vaya, ¿ustedes no creen que Michael esta algo pequeño para pelear por las damiselas?

— Mi papá me dijo que para el amor no hay edades, y eso es porque a mi hermana le gusta alguien menor que ella — Heddaiciar y los demás niños rieron

— Aunque eso, es algo que la ley del reino lo prohíba, debo decirte querido Michael, que tu padre esta en lo cierto, para el amor no hay obstáculos, no hay razas, no hay fronteras, ni tampoco restricciones; porque alguien que te ama no te obliga a hacer algo que no quieres, justo lo que mis padres hacen conmigo — agregó la princesa

El nombre de una princesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora