❅ Ramé

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Capítulo 17: Ramé

Le habría gustado ser tan sencilla como Harry.

Su indecisión se dividía en dos fragmentos que no conseguía hacer encajar. Primero estaba su creciente emoción producida por los preparativos y la boda acercándose y luego, lo poco bien que se le daba decidirse entre tantas opciones disponibles.

Hermione estaba bastante segura de que llevaba más horas de las que le gustaría contar rodeada de telas, velos y arreglos nupciales. Allá a donde mirase todo se extendía como un paisaje de impolutos colores tenues y vestidos radiantes.

Lo que inicialmente creyó sería una gran ayuda a su poca preparación mental, ahora la hacía desear alejarse hasta el rincón más lejano de la enorme tienda y respirar hondo.

Luna y Susan, declaradas oficialmente como sus damas de honor apenas y dudaron en acompañarla en busca del vestido que usaría en cuanto Hermione se los sugirió. Creyó, ingenuamente, que con la opinión objetiva de ambas encontrar un vestido sería tan sencillo como elegir al azar uno de entre tantos y pagar por él.

No fue así.

Los gustos de Luna eran demencialmente diferentes a los de Susan, por lo que sus sugerencias no se parecían ni un poco la una de la otra. Los vestidos que le mostraban eran todos preciosos a su manera, pero Hermione podía encontrar en todos y cada uno de ellos un mínimo pretexto que la haría descartarlos al punto que incluso sus pacíficas amigas comenzaban a exhasperarse.

Sintiéndose como una muñeca expuesta sobre el aparador Hermione permitió que la encargada de la tienda terminara de vestirla y ajustar el décimo vestido, antes de dar un paso hacia atrás y permitirle verse en el enorme espejo ocupando toda la pared frente a ella.

Era bonito.

Con su larga caída cubriéndole todas las piernas, pegándose a su cintura y cadera hasta caer centímetros más abajo de sus rodillas en un corte de sirena que la hizo sentir incómodamente apretada. Además, el blanco de la tela se perdía casi al final, difuminándose con un tenue color azul que si bien era hermoso, no la convencía.

—Algo viejo, algo nuevo y... algo azul— recitó Susan, levantándose desde su asiento para admirar más de cerca—. ¿Por qué no llevar el azul en el vestido? Es bonito y hasta auténtico.

—Lo es— reconoció Hermione, sin sentirse convencida del todo—. ¿Qué opinas, Luna?

—Me gustaba más el anterior, y no es solo porque yo lo haya sugerido— respondió esta, meciendo sus piernas desde su asiento con todos los vestidos por probar agolpándose a su lado en una larga fila flotante.

Lo que la conducía al mismo desenlace. Hermione ni siquiera se sorprendió por ello.

Toda la tarde desde que llegaron había sido, básicamente repetitivamente tediosa. Mirarían telas, las desecharían y luego, probarían varias decenas de modelos. Algunos, simplemente preciosos, otros, llanamente demasiado extravagantes para su gusto.

—Necesito un descanso— jadeó la castaña, súbitamente sofocada. Bajó del sitio en el que estaba, sujetándose hacia arriba la falda del vestido descuidadamente y ante la mirada de sus amigas y la encargada del lugar, se alejó sin rumbo fijo por el único pasillo vacío del local.

No fue consciente de mucho hasta que se percató de sus manos apretando con fuerza la tela, impidiéndole caminar gracias al por sí solo apretado modelo que ahora vestía.

Ojalá fuese tan sencillo como creyó.

Tan pronto comenzó a relajarse, vagar en el diminuto pasillo haciéndose más y más estrecho dejó de sentirse sofocada si con eso el ruido de las personas y el constante zumbido de su mente apresurándola para encontrar un vestido, mezclándose con las sugerencias de sus amigas aturdiéndola.

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