❅ Serendipia

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Capítulo 25: Serendipia

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Debía considerarse como un pecado el sentirse tan dichosa por un acto que antes no habría aprobado de ninguna forma. Alegría que solo aumentó cuando luego de largos minutos bailando, Harry ofreció su mano a su padre.

El hombre no dudó un segundo en acercarse. Harry y él se hicieron una simpática inclinación y cada uno le entregó su esposa al otro. Tan pronto lo tuvo cerca, Hermione se abrazó con fuerza a su padre, sobrecogida por el cariño demostrado en su conversación con Harry, meses atrás al comunicarles su compromiso.

—Vaya, ¿Esto a qué se debe? — le preguntó su padre, como si todavía fuera una niña pequeña en sus brazos.

—A todo y a nada— respondió su hija—. Nada me hace más feliz que tenerlos aquí hoy.

—No habría forma de perdernos un día tan especial para nuestra niña y claro, para Harry, ahora que somos familia y todo eso.

Hermione río llorosa, sobrecogida por la alegría de su familia creciendo. El baile con su padre fue lento, apenas moviéndose, solo permitiéndose sostener por el hombre que la crio con genuina entrega paternal, algo por lo que Hermione siempre estaría agradecida.

Adoraba a su familia, siempre había sido así y, el hecho de que Harry ahora formara parte de ella oficialmente la hacía sentir peculiarmente orgullosa. Siempre acostumbrada a la calidez de una familia pequeña, a Hermione le alegraba recibir a alguien más en aquel íntimo círculo y, por primera vez, la idea de hacerlo crecer junto a Harry, su esposo, no le desagradó en lo absoluto.

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Los tacones estaban matándola.

Poco acostumbrada a usarlos, pese a ser increíblemente hermosos, incluso para alguien tan poco aficionada al calzado como Hermione, no negaría que luego de tantas horas, comenzaba a detestarlos.

El peso del vestido, pese a no representar un problema inicialmente, luego de largas e interminables canciones, bailando con todo aquel que se sintiera especialmente festivo para invitarla comenzaba a resultar exhaustivo.

Hermione admiró pesarosa su amplio vestido, discretamente alejada de la pista de baile luego de que, finalmente, Ron desistiera de bailar con ella una canción más, alejándose en dirección a Neville y Seamus, mesas más allá, celebrando calurosamente con los chicos. Todos parecían contentos, bebiendo, bailando y riendo.

A dónde observara, Hermione solo podía encontrarse con rostros conocidos, aparentemente, genuinamente cómodos con acompañarlos en un día tan importante. La sola imagen bastó para llenarla de energía, a tiempo para volver la vista hacia abajo.

Teddy tiraba de su vestido, su pequeña mano aferrándose a la tela, pidiendo su atención. A unos metros de distancia, Andrómeda Tonks observaba el encuentro y, no fue hasta que Hermione se agachó y tomó al niño en brazos, que su abuela se relajó y se permitió seguir conversando con Mcgonagall.

—¿Vienes a bailar conmigo, cariño? — le preguntó Hermione, enternecida.

Tímidamente, Teddy intentó no mirar demasiado en dirección a su abuela, antes de responder asintiendo.

—Todos bailan... — observó el niño, como si fuera lo más lógico del mundo que él hiciera lo mismo.

—En ese caso...

Hermione sostuvo al niño con mayor firmeza, integrándose de vuelta a la pista, mientras Teddy admiraba, deslumbrado, los destellos que la luz arrancaba a la pedrería en su vestido.

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