❅ Esperanza

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Capítulo 32: Esperanza.

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El terror la invadió, inmovilizado su cuerpo.

La punta de sus dedos temblaba, deseando moverse, actuar, responderle de la misma manera. Sin embargo, las palabras parecían atascadas en su garganta, quemando por salir. 

A lo lejos, el pitido agudo del teléfono la hizo sobresaltarse, pero no se levantó fuera del regazo de Harry, contrario a lo que recordaba haber hecho. En su lugar, ninguno se movió.

Sus ojos verdes, brillantes e hipnotizantes no dejaron de mirarla, dándole la suficiente confianza para abrir los labios, lista para decírselo. Sin embargo, cada que lo que intentó, su voz se volvía un débil murmullo al que no podía dársele sentido.

Lentamente, los brazos de Harry la soltaron, y la brillante sonrisa en sus labios comenzó a apagarse, como sus ojos, soltándola para alejarla de su cuerpo.

—No creí que dudarías— le dijo, el reproche en su voz le hizo doler el pecho—. Ella jamás lo habría hecho y en cambio tú, vas por ahí dudando de cada cosa, incluso de lo que sientes por mí.

Hermione intentó levantarse, aclararle que no dudaba, que nunca lo haría tratándose de él, pero la forma en que la miraba mantuvo su cuerpo inmóvil, atado al sofá mientras Harry agachaba la cabeza y le daba la espalda.

—¿Algún día dejarás de tener miedo?— insistió él, cada vez más decepcionado, habría preferido su enojo—. Supongo que tu silencio responde todo.

Antes de que Hermione pudiera detenerlo, Harry comenzaba a alejarse, no solo físicamente, sino emocionalmente, y no sabía cuál de las dos sería peor.

No podía culparlo. ¿Cómo podía ser incapaz de decirle a su esposo que también le amaba?

Dos palabras que buscó decirle por meses, y que él expresó en el momento justo.

Ella no era tan buena como él.

Por supuesto que le amaba, desde antes de que pudiera ponerle nombre al sentimiento, pero ahora que el momento había pasado, él jamás lo sabría, y decírselo entonces carecería de valor.

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El sonido del reloj llenaba toda la habitación. Además de eso, todo permanecía en completo silencio.

Asustada, incapaz de reconocer el sitio en el que se encontraba, Hermione se enderezó de golpe, golpeándose la cabeza contra el mentón de Harry, apoyado en ella.

—¿Estás bien?— le preguntó, riendo al notar su expresión desorientada.

Ahora podía recordar. Se encontraban en casa de sus padres, después de que su madre le llamara, llorosa y asustada luego de que su padre se sintiera inesperadamente mal, alertando a ambas. De modo que…

Sin responderle, Hermione se abalanzó sobre Harry y le rodeó con los brazos, sintiéndose tan culpable como en sus sueños.

—¿Tenías una pesadilla?— preguntó Harry, esta vez más serio.

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