❅ Pragma

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Capítulo 4: Pragma 

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Al comprender lo que sus palabras implicaban, Harry la soltó como si tocar su cuerpo quemara.  Aprovechando su distracción, Hermione lo evadió con éxito y caminó de vuelta a su habitación, a la que él no tardó en seguirla y, al encontrarse con el desorden y su maleta casi llena se plantó frente a la puerta como un roble.

—No estarás…

—Sí— afirmó ella con aplomo, tendiendole su sobre, que ya no necesitaría—. La lista no ha hecho más que crecer y puedo suponer que la mayoría te odia y en consecuencia, a mí también. Me harán pagar por todo si... Si me convierto en su esposa.

—Ni siquiera lo menciones. No lo digas, porque no lo serás.

Con un movimiento, Harry empujó la puerta de la habitación, encerrándolos a los dos. Hermione apenas y se inmutó, estando acostumbrada a verlo en ese estado. 

—Todos ellos buscarán la forma de afrontarlo a su manera. Si están considerando casarse conmigo solo lo hacen para salvarse y por venganza, no me pidas que me quede y los acepte. 

Harry la ignoró, avanzando hasta que solo su cama los separaba, mientras ella seguía guardando presurosamente sus pertenencias.

—Ginny y yo lo dejamos.

—¿Qué?

La fuerza de sus palabras la detuvo abruptamente. Habría deseado estar en una habitación más grande que esa, en la que todo parecía sumamente insignificante con su declaración.

—Ya hay más que hacer, ella se rindió... O lo aceptó, no lo sé. Pero su familia la apoyará y yo salgo sobrando. 

—Harry...— pronunció tentativamente, intentando alcanzarlo con su mano.

Podían haber pasado solo unos días, pero la imagen del chico que la recibió tan solo una semana atrás en la Madriguera no se parecía en nada a lo que tenía frente a sus ojos. Su reluciente sonrisa no estaba y supuso que no volvería pronto.

Hermione deseó que su compasión se extendiera hacia Ginny, quién también era su amiga, pero ahora mismo solo podía pensar en Harry y en lo perdido que seguramente estaba estaba sintiéndose.

Susan tenía razón, Ginny tenía a toda su familia con ella, para apoyarla y asegurarse de que sus posibilidades fuesen las mejores.
Pero en ese momento, justo ahí, con ambos contemplándose en las mismas circunstancias, Harry y ella estaban completamente solos.

—No puedes marcharte tú también— continuó Harry, levantando su brazo para alcanzar la mano que le ofrecía y aferrarse a ella—. Nunca permitiría que fueses esposa de nadie a quien tú no eligieras, pero no puedo perderte.

Retorciéndose del agarre que ella misma impuso, se soltó de su mano y miró la ropa desperdigada por toda la cama. Posiblemente, si él no hubiese llegado, habría sido muy tarde para hacerla cambiar de opinión después. Ni siquiera la habría encontrado ahí. 

¿Y qué sucedería luego?

Sospechaba que el periodo que tendría antes de que el Ministerio descubriera su elección no sería demasiado y entonces no dudarían en buscarla y obligarla a entregar su varita para expulsarla. El tiempo para despedirse de él seguramente nunca habría llegado y eso sería algo que ni siquiera ella se perdonaría.

—No estoy pidiéndote nada que no sea más tiempo. Déjame ayudarte.

—No puedes hacerlo— se negó Hermione, retrocediendo hacia el respaldo de la cama cuando él rodeó la distancia que los separaba, plántandose frente a ella dispuesto a convencerla.

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