Príncipe Vs Dragón.

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~[ Ubicación desconocida ]~

¡Maravilloso! Podía ser la palabra que describiera la sala real de lo que aparentaba ser un palacio

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¡Maravilloso! Podía ser la palabra que describiera la sala real de lo que aparentaba ser un palacio... Sus inigualables y costosos adornos daban a decir mucho sobre el estatus del dueño de tal estructura, además de que sus decoraciónes le daban un tono pintoresco y cálido como si representarán algo o más bien a alguien.

Pero de entre todo lo que se podía hallar en un palacio de alto prestigio, su trono ubicando en el centro de la habitación real, era lo que más captaba la atención del ambiente... No por sus decoraciónes o que estuviera hecho de oro, si no más bien por la persona que descansaba en el...

Sentada en la deslumbrante silla, se encontraba una hermosa joven de cabello largo y negro con grandes pechos... Su cabello estaba recogido en una cola de caballo atada con un lazo rojo en la parte inferior para evitar que se moviera libremente... Además vestía la ropa estándar de una sacerdotisa japonesa.

Está bella mujer permanecía sentada en su asiento, dando a entender que el palacio en el que se encontraba era suyo

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Está bella mujer permanecía sentada en su asiento, dando a entender que el palacio en el que se encontraba era suyo... Pero lo más curioso de todo, era que en ese instante lejos de parecer una animada sala del trono, está se encontraba con un aire tétrico y sus luces apagadas en lo que la mujer se sumergía en su profunda soledad y tristeza... El tono de su piel era bastante palido a comparación del habitual que solía mostrar, dando a entender que no había visto la luz del sol por un largo tiempo.

Pero no era sólo eso, sus labios permanecían secos y rasgados, en sus mejillas habían rastros de pequeños ríos de lágrimas secas que traían consigo parte del maquillaje de la mujer, como su delineador... Debajo de sus ojos, habían dos grandes bolsas oscuras, que daban a entender que no había conciliado el sueño en un buen tiempo.

Pero lo más impactante y triste de todo, era el ver que los que antes fueron dos orbes llenos de luz y amor, se habían convertido en soledad, tristeza... Esos sentimientos eran los que trasmitían los opacos y sin brillo ojos, que una vez fueron de un hermoso tono dorado y hoy en día se habían apagado.

Y en medio de la tristeza de la mujer que no demostraba otro sentimiento más que ese... Caminando entre el extenso pasillo de la habitación con dirección hacia la mujer en el trono, iba un hombre de edad avanzada con cabello hasta la cintura y flequillo hasta los hombros que enmarca los lados de su rostro, cubriendo la mayor parte de su ojo derecho, pero tenía pliegues prominentes debajo de cada uno de sus ojos... Llevaba una armadura carmesí con numerosas placas de metal, formando guardias protectores a lo largo de su pecho, cintura, hombros y muslos.

El Tesoro del Infinito. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora