Niña

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¡Oh, Dios mío! ¡Era Elizabeth! Mi mejor amiga, mi hermana...

Mensaje de 210-334-2345:
Hey, amor mío. Soy yo, Elizabeth. Este es mi número nuevo. Sabes que no me he olvidado de ti y pronto te lo demostraré... Besos, cariño.

Para: 210-334-2345
¡Oh, my God, Eli! Yo pensé que me habías abandonado. Me haces mucha falta, ODIO ESTE LUGAR. ¿Y cómo lo vas a demostrar?
Ella: Pronto, cariño...
Yo: Desgraciada... Jejeje, besos.

El mensaje de Elizabeth sin duda arregló mi domingo. Ella era la única persona que me entendía y sabía hacerme reír, incluso en los peores momentos. ¡La extrañaba demasiado! La pasábamos tan bien juntas. Mamá se quiso mudar tan a la ligera que no me dio tiempo de despedirme bien de mis amigos. No lograba entender el empeño de mamá en mudarse. Todo fue tan rápido e inesperado para mí, que resultaba extraño. Tan ilógico que no lograba entenderlo. Recordaba ese día con claridad. Fue una mañana, yo regresaba a la casa, pues me había quedado a dormir en el hogar de Elizabeth. Mis amigos y yo la pasamos increíble entre películas, risas y discusiones sin sentido. La mañana en que regresé a casa, mamá se encontraba echando todas sus cosas en maletas y cajas; temblaba, parecía asustada.

-Mamá, ¿qué haces? - Le pregunté, con el ceño fruncido. Ella no me miró en ningún momento, solo continuó empacando deprisa.
-​Empaca tus cosas, hoy mismo nos mudamos - dijo y mi corazón se paralizó en ese instante. ¿De qué demonios estaba hablando? ¡No podíamos mudarnos! ¡Faltaban pocos meses para graduarme!
-¡No estarás hablando enserio, no podemos mudarnos, mamá! - dije, tratando de contenerme para no gritar. Ella salió de su habitación y la seguí.
-¡Ya te dije que empaques tus cosas, nos vamos hoy mismo! - me gritó y no pude contenerme más.
-¡No nos podemos mudar! ¡Pronto me graduaré, no me puedes hacer esto! - le grité, tratando de retener las lágrimas acumuladas en mis ojos. Ella se volteó y me encaró. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero sus facciones eran fuertes, rudas, amenazantes.
-Ya la decisión está tomada, así que muévete y ve a empacar - ordenó, pegada a mi rostro. No había manera de contradecirla y eso me provocaba rabia. No lloraría frente a ella, así que di la vuelta y salí corriendo hacia mi habitación.

Ese día podía calificarlo como uno de los peores de mis dieciocho años de vida. La decisión de mamá aún la seguía cuestionando, pero me prometí a mí misma no pensar en ello, pues ya me había mudado y no valía la pena atormentarme.

Después que salimos de la iglesia, mamá se la pasó hablando de lo educado que fue Derek y de lo "malcriada" que me comporté con él. Era un patán y más grosero fue él. ¡Ugh... no pensaría en ello!
Comimos en un restaurante de la alta clase-o eso decía mi madre- , y luego visitamos a mi abuela Herminia, que se encontraba enferma. Ella no desaprovechó la oportunidad para atacar a mi madre, diciendo que no me alimentaba bien de tan delgada que me encontraba. Exageraciones, pues aunque mi cuerpo era esbelto, no me encontraba desnutrida o muy delgada. Mis caderas eran anchas y, aunque no tenía el trasero de Jennifer López, podía decir que estaba a proporción con mis caderas, dándole una buena apariencia física. Muchas personas me decían que me veía mayor para mi edad, yo no lo creía así, pero en varias ocasiones me lo habían dicho. Era por eso que no entendía por qué Derek me decía "niñita". No era que su opinión me importara, solo no lo entendía.
Cuando llegamos a la casa, ya era de noche, de hecho, muy tarde. Por ende, mis niveles de energía estaban agotados, así que cuando llegué a mi habitación, me di un baño y cuando mi cuerpo tocó la cama, me quedé dormida enseguida.

<<5:50am>>
Miré mi celular y no entendía la razón de despertarme tan temprano. Yo era muy perezosa a la hora de salir de los brazos de Morfeo. Tampoco era que me levantara muy tarde, solo a veces me despertaba a las dos de la tarde. No, no era frecuentemente, las veces que ocurría era porque me acostaba demasiado tarde haciendo un trabajo de la escuela-siempre los adelantaba los fin de semana- o hablando con Elizabeth por teléfono. Yo no era de estar de fiesta en fiesta, no porque quisiera, sino que muy pocas veces mamá me dejaba. A veces se le olvidaba que no era una niña.

"Niña"

Esa palabra me hizo recordar a Derek Johnson. Como si de una fuerza magnética se tratara, me levanté de la cama y caminé hacia mi ventana, que daba vista hacia la casa de mi presumido vecino. No sabía por qué miré hacia allá, pero lo hice. Vi movimiento en la casa y, como acto de reflejo, me escondí. Poco a poco subí mi mirada y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando mi campo de visión enfocó hacia lo que allí sucedía.

Mi vecino misteriosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora