Amor en colores

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Había globos por todos lados; mi habitación estaba completamente cubierta por ellos. Varios lograron escaparse por la puerta. No podía entrar a mi habitación debido a la intromisión de esos brillantes colores.

- ¡Wau, Susan! No sabía que querías darme la bienvenida a tu casa de esta manera -dijo Elizabeth, sorprendida, y soltó una carcajada.

- Ja, te aseguro que no fui yo la que hizo esto. ¿Quién diablos lo hizo? Entré a la habitación haciendo mucha fuerza. Varios globos se explotaron; Eli y yo gritamos por el estallante ruido. Cuando al fin llegué a mi cama, noté que había varias rosas de diferentes colores. Cada rosa tenía un papelito sujetado.

Agarré la rosa amarilla y leí: "Amarilla. Significa que eres como el Sol: ardiente, cálido, necesario, resplandeciente, pero sobre todo, que iluminas mis días".

- ¿Qué es esto?-Me pregunté a mí misma. Elizabeth me miraba confundida.

Agarré la hermosa flor color azul: "Azul. Significa que tienes infinitas cualidades hermosas, como el cielo".

- ¡Qué conmovedor! ¿Quién eres?- Se burló Elizabeth. Estaba tan emocionada que decidí ignorarla y agarrar la otra flor color rosa: "Rosa. Significa que eres como una niña: tierna, dulce y hermosa".

Mi corazón martillaba a una velocidad inhumana. Cada palabra que leía hacía que mi estómago se retorciera. Tomé la última flor y era de un rojo intenso: "Esta rosa significa el gran beso que nos dimos. Apasionado, lleno de entrega y pasión".

¡Oh, Dios mío! ¿Era él? ¿Él hizo todo eso? Salté emocionada en busca de otra nota que dijera su nombre; no encontré ninguna. Tenía que ser él, sabía que era Derek. ¿A quién más había besado? ¿A quién más le había dado un beso apasionado? Solamente a mi presumido vecino. Sin duda, él fue quien lo había hecho.

Elizabeth me ayudó a quitar todos los globos de mi habitación. No quise explotarlas, así que las guardé en el cuarto de televisión, que se localizaba justo al lado de mi habitación. Estuvimos varios minutos sacando las esferas de colores y cuando terminamos, nos tiramos en la cama, agotadas.

- De seguro fue Derek, no pudo haber sido alguien más -le dije a Elizabeth, después de varios minutos en silencio.

- Ay, es obvio, tonta. Al menos que te hayas besado con alguien más y no me lo hayas dicho.

- ¡Ay, claro que no!- le dije, dándole un puño en el hombro.

- Oh, espera, todavía no me cuentas tu plan para averiguar lo de la amante.

- ¡Oh, verdad! Con tanta bomba ya casi lo olvido - dijo, incorporándose en la cama.

- ¡Dime, dime!- la apresuré, sacudiendo su hombro.

- Bueno, pues este fin de semana tengo que ir a Massachusetts a casa de mamá para buscar unas cosas que dejé...

- Ajá, ¿y?

- Déjame terminar, cariño. ¡Desesperada que eres! - puse los ojos en blanco y me senté en la cama, a su lado.

- Sí, sí. ¡Sigue diciéndome, caramba!

- Pues como te iba diciendo, voy a casa de mamá. Tú vienes conmigo este fin de semana a Massachusetts. ¿Recuerdas dónde vivía Gutiérrez?

- Sí, en una urbanización muy lujosa. Creo que se llamaba Paradise Place...

- ¡Sí! Pues nosotras vamos y hablamos con la señora Cecilia. Decimos que es para darle las condolencias y que estamos para apoyarla, pero a la vez, le sacamos información sobre cómo estaba ella con el profesor los días antes de que muriera.

- ¿Y cómo piensas sacarle información así porque sí? Porque no creo que vaya a hablar de su vida íntima con nosotras, Eli.

- Usted tranquila, que de eso me encargo yo -su tono me preocupaba.

- No lo sé; suena peligroso. Parecerá sospechoso si nosotras vamos así de la nada y aparecemos en su casa.

- ¡Tranquila! Todo saldrá bien.

- ¿Y cuándo iríamos? ¿A qué hora? - Pues nos iríamos el viernes por la tarde. Y el sábado para casa de ella.

- No lo sé, no estoy segura de eso.

- Tranquila, cariño. ¿Quieres saber si tenía una amante o no?

- Sí, obvio. Sé que no la tuvo, pero por curiosidad sí quiero saber.

- ¿Aceptas o no? Me detuve a pensar unos minutos. La idea me resultaba por demás, arriesgada. No quería ni imaginar qué podía pasar.

- Sí, acepto.

- ¡Ah... perfecto!- gritó Elizabeth, emocionada, y me brincó encima-. Ahora somos las detectives McMahon y Gónzalez.

- ¡Ju-ju, sí! Vete a bañar, que hueles a zorrillo - le dije, tapando mi nariz, haciendo un gesto de asco.

- Ah, ¿sí? Desgraciada -dijo ella entre risas.

Elizabeth se fue a bañar y me quedé tirada en mi cama pensando en el plan. Estaba un poco preocupada de que algo saliera mal. Pero, ¿qué más daba? Tenía ganas de saber si de verdad el profesor tenía una amante. Mis tripas rugieron con salvajismo, pidiendo algo de comer. Cuando me levanté de la cama para ir a la cocina, pisé una hoja de papel, enrollada con una cinta roja. ¡Oh, Dios mío, era de Derek! Desenrollé la hoja y leí:

Mi vecino misteriosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora