La caja extraña

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- ¡No lo vas a creer, Susan!- repitió Elizabeth y comenzaba a desesperarme.

- ¿Qué? ¿Quiénes son? ¡Dime!- le ordené con desespero.

- ¡Son la señora Cecilia y Derek!-contestó, tapando su boca con la mano.

- ¡Ay, por Dios, Elizabeth! Hablo enserio, ¿quiénes son?- Le dije, poniendo los ojos en blanco.

- ¡Son la señora Cecilia y Derek, Derek Johnson! ¡Hablo enserio!-dijo ella, agitando su mano en seña para que me asomara.

- ¡No puede ser! Deja ver.

Cuando levanté mi vista, pude ver el Porche de Derek en dirección a su casa, seguido por el auto de la señora Cecilia. ¡Eso sí ya era muy extraño! ¿Por qué estaban ellos en el mismo lugar? ¿Cómo se conocían? Si se conocían y querían hablar, ¿por qué ir a un sitio tan solitario estando Derek justo al lado de mi casa? ¡No lo entendía! ¡Eso ya estaba demasiado extraño!

- ¡Ahora sí que no entiendo nada!-dijo Elizabeth, sorprendida y atontada.

- Yo menos. ¿Por qué tanto misterio para verse?- Le dije, atontada al igual que ella.

- No lo sé... ¡Vámonos! Ya es tarde.

***

Llegamos a casa a las diez de la noche. Mamá estaba en la sala sentada y se notaba que estaba molesta.

- ¿Dónde diablos estaban metidas, jovencitas? ¡A estas horas de la noche!- reprochó, enojada. Tenía el rostro encendido.

- Eh... fuimos a Walgreens un momento - le dije, sin saber qué excusa darle.

Mamá alzó una ceja y me miró con cara de "No te creo nada". Elizabeth me miró nerviosa.

- Sí, al Walgreens. Me bajó la menstruación y necesitaba tampones y usted sabe, señora, que Walgreens está "siempre cerca para darte una mano", y pues yo le dije a Susy: "Susan, vamos a Walgreens que me bajó la menstruación y necesito tampones". Y pues ella dijo que sí y pues, eh..., pues no nos dio tiempo de avisarle -dijo Elizabeth de manera rápida y se notaba que estaba improvisando-. Mejor cállate, Elizabeth, porque metes la pata más rápido - pensé.

- Sí, mamá, eso fue lo que pasó, pero ya estamos aquí sanas y salvas y eso es lo que importa -dije como quien no quiere la cosa.

- Ah, no, claro, ya están aquí, pero antes estaba preocupada y eso no importa, ¿verdad? ¡Me tienes que pedir permiso para salir de esta casa, Susan McMahon! ¡De aquí tú no sales sin mi autorización! ¡Por eso no te he llevado a sacar la licencia, porque después quieres hacer lo que te dé la gana y eso no lo voy a permitir!

- Pero...

- ¡Te callas y me escuchas! ¡Aquí no vas hacer lo que te dé la gana! ¡Lo que tienes son dieciocho años y tú no te mandas! ¡Mientras vivas bajo mi tutela haces lo que yo te diga y punto! Y tú, jovencita-dijo mirando a Elizabeth -, si necesitabas tampones, me los pedías a mí y yo resolvía. Espero que no vuelva a suceder.

- Sí, señora, lo siento -contestó Elizabeth con la mirada en el suelo.

- ¡Ahora suban a su habitación!-ordenó y se fue a la cocina.

- ¿Por qué tenía que estar despierta?-Repliqué, molesta, subiendo las escaleras.

En eso sonó el celular de Elizabeth y subió corriendo las escaleras, emocionada. ¿Quién la llamaba a esa hora?

Me detuve en el último escalón y me sonaron las tripas salvajemente. Bajé las escaleras y me dirigí a la cocina. Cuando llegué, me encontré a mamá, llorando. Cuando me vio, se volteó para que no la viera. Era extraño verla llorar tan seguido, ella no era así.

- ¿Qué te sucede, mamá?- Le pregunté, mientras habría la nevera, buscando algo de comer. No quería que notara que estaba preocupada por ella.

- Nada, solo me cayó algo en el ojo -dijo y se fue de la cocina. ¿Enserio? ¿Creía que me iba a tragar esa excusa? ¡Ajá!

Tomé de la nevera, cereal. Cuando me servía en el plato, encontré una nota arrugada, tirada en el suelo. Me doblé para recogerla y leí:

"Sigues ignorándome."

- ¿Y esto? De seguro se le cayó a mamá.

En eso llegó Patricio a la cocina y brinqué del susto. Automáticamente escondí la nota.

- ¿Qué haces aquí?-Preguntó de mala manera. ¡Qué extraño! ¡Qué se notase mi sarcasmo!

- Comiendo, ¿no ves?-Le espeté, tomé mi plato y me fui a la habitación.

Cuando entré, Elizabeth estaba hablando por teléfono.

- Sí, cariño, por supuesto que iré. Bye, besos.

- ¿Con quién rayos hablabas?-Le pregunté, con cara de asco, pues su tono era muy atrevido para mi gusto.

- Con Gabriel Suárez -contestó, mordiendo su labio inferior.

- ¿Enserio? ¿Ese imbécil? ¡Por Dios!- le dije, poniendo los ojos en blanco.

- ¡Está buenísimo!-dijo con cara de niña tonta.

- ¿Y qué quería?- Le pregunté, mientras buscaba mi pijama para irme a bañar.

- Invitarme a su fiesta este sábado. Por supuesto que le dije que sí. Necesito que me prestes un vestido - explicó, dirigiéndose a mi armario.

- Pero este fin de semana vas a estar en Massachusetts, ¿no?

- Sí, pero como nuestra misión se canceló, pues me da tiempo de volver antes de la noche.

- Hablando de eso, encontré una nota extraña en la cocina -tomé la nota y se la di -. Se le cayó a mamá.

- ¿De quién será? -Preguntó, pensativa.

- No tengo la más mínima idea.

- Oye, todavía no logro entender lo de Derek -dijo, mientras veía mis vestidos. Me senté en la cama y miré hacia mi ventana, para mirar hacia casa de mi vecino.

- Yo tampoco; eso es un misterio...

***

El viernes llegó sin previo aviso. Elizabeth se había ido a Massachusetts y regresaba al día siguiente por la tarde. La escuela estuvo agotadora esa semana; tuve muchas tareas. Estaba empezando a considerar jugar la lotería y pegarme unos millones para así no tener que estudiar. ¡El sueño de todo el mundo! Mientras llegaban mis millones, pues tendría que estudiar. ¡Qué fastidio!

Mi profesor de matemáticas seguía esperando mi respuesta sobre el curso intensivo. Aún no sabía qué decirle. ¡Es que debía ser aburrido una clase de matemáticas yo sola! Estaba considerando rechazar la oferta.

Estaba sentada en la sala viendo How I look?, un show de televisión que cambian el estilo de personas que realmente necesitan ese empujoncito para verse mejor y no pude evitar pensar en Manuel. Sin duda él necesitaba un empujoncito en la moda.

El timbre sonó justo cuando iba a ver la transformación de la chica en el programa. Me levanté a abrir la puerta, molesta. Cuando la abrí, me encontré con una caja gigante color rojo y un lazo dorado la adornaba.

- ¿Qué es esto?

Tomé una nota que decía:

"Para que no te sientas sola.

Con amor, Derek"

Abrí la tapa de la caja de madera lentamente.

Mi vecino misteriosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora