Cita congelada

4.4K 233 14
                                    

- ¿Por qué nos detenemos?- Le pregunté, un poco confundida.

- Porque ya casi llegamos -contestó, mirándome a los ojos.

- ¿Y? ¿No es eso lo que queremos? Llegar al lugar -le dije, sonriendo.

- Sí, pero no puedes ver - dijo y sacó de su bolsillo un pañuelo rojo.

- ¿Otra vez? ¡Por favor, no me hagas eso!-le supliqué y puse los ojos como cachorrito.

- No me mires así, hermosa, que me dan ganas de besarte. ¡Pero no! ¡No caeré en tus encantos! ¡No puedes ver y punto!- me dijo, acercando el pañuelo a mis ojos.

- ¡Oh, vamos, Derek, no seas malito!

- Shh... usted cierre su boquita y espere -me dijo, poniendo su dedo índice en mis labios para silenciarme. Decidí ignorar el escalofrío que ese gesto provocó en mí. Segundos después, sentí el auto arrancar.

...

Cuando llegamos, Derek me ayudó a bajar del auto.

- Espera aquí -me ordenó y lo oí alejarse rápidamente.

- ¡Derek! No me dejes sola, que me da miedo -le dije, pero ya se había ido. Escuché un ruido fuerte, como el de una puerta de hierro abrirse y di un respingo.

- ¿Derek, estás ahí? ¡Derek!-grité, asustada.

- ¡Hey, hey, tranquila, hermosa! Estoy aquí.

- ¿Qué fue eso?-Le pregunté, mientras me sujetaba de su brazo, asustada.

- Tranquila, solo fui yo. Ven, hermosa.

Íbamos caminando; con cada paso que dábamos el frío aumentaba. Ya entendía por qué lo de la ropa abrigada, el aire congelaba hasta el alma.

- ¿Ya puedo ver?-Le pregunté a Derek, ansiosa de ver qué había en ese congelado lugar.

- Un momento... ¡Ahora sí!

Cuando me quitó el pañuelo, lo que vi fue hermoso. Estábamos en una enorme pista de hielo. Había luces de colores por todos lados y en el centro de la pista había algo que no podía ver con claridad.

- Ven, hermosa, ponte los patines.

- Oh, Derek, en realidad no sé patinar -le dije y un rubor subió por mis mejillas, haciéndolas sentir calientes. Me daba vergüenza que Derek me trajera a una pista de hielo y no saber patinar. Al ver que él no se burlaba, solo sonreía, me sentí un poco aliviada.

- No te preocupes, yo voy a cuidar de ti -me dijo, extendiendo su brazo para que patinara junto a él. Sonreí como idiota y juntamos nuestras manos. Nos pusimos los patines y los nervios me atacaron: ¡Era malísima en eso! En cambio, Derek parecía todo un profesional patinando en el hielo. Daba giros impresionantes, ver la forma en que se desplazaba con facilidad era alucinante.

- Ven, hermosa, que todavía falta algo por ver.

Derek me tomó por el brazo y me llevó nuevamente a la pista, pues había dejado de patinar para observarlo. Tenía miedo de caerme, pero confiaba en Derek. Él me aguantaba por la cintura y mi miedo desaparecía.

Cuando llegamos al centro de la pista, había un bloque de hielo gigante. Pude notar que tenía algo dentro. ¿Cómo era eso posible?

- ¿Es mi imaginación o este hielo tiene algo dentro?-Le pregunté, un tanto dudosa, pues era algo extraño que eso fuera posible.

- No lo sé, descúbrelo tú misma.

Cuando me dijo eso, se fue patinando hacia una esquina y regresó con un martillo gigante.

- ¿Para qué es eso, Derek?-Le pregunté, frunciendo el ceño.

- Toma, descubre qué hay en ese bloque de hielo-me dijo, pasándome el martillo.

Intenté romperlo, pero no pude, pues el martillo era demasiado pesado. Derek rió a carcajadas, burlándose de mí.

Al fin y al cabo terminó rompiendo el hielo él. Cuando ya el bloque estaba hecho pedazos, pude ver lo que había dentro. Era una cajita color rosa.

- ¿Qué tiene dentro?-Le pregunté, emocionada.

- No sé, ábrela - contestó, con una gran sonrisa en su rostro.

Abrí la caja y tenía un papelito dentro que decía:

"Tu regalo no cabe aquí."

- ¿Qué significa esto?-Le dije, atontada.

- Pronto lo descubrirás - me dijo, halando mi cintura y dándome una vuelta en el hielo.

- ¡Oh, vamos, Derek, no me dejes así!-le dije y no pude evitar reír, pues él hacía una mueca de disgusto muy mal actuada.

- Paciencia, mi niñita hermosa.

Después de eso estuvimos patinando por el hielo. Me caí varias veces y Derek reía a carcajadas.

- ¿Estás bien?-Me dijo, soltando risotadas, después de haber intentado dar un giro y caerme en el hielo.

- ¡Derek! Ayúdame, por favor -le dije con voz entrecortada por el frío.

- ¿Estás bien? ¿Qué te sucede?-Preguntó y parecía preocupado. Intenté contener la risa. Cuando me extendió su brazo, para ayudarme a levantar, tiré de él y cayó en el hielo junto a mí.

- Para que sigas burlándote de mí - le dije y reí tanto que lágrimas salían por mis ojos. Él me miró con la boca abierta.

- ¡Ah, con que me engañaste! Muy bien, muy bien-me dijo, agarrando mi cintura y me pegó al suelo congelado.

- Te lo mereces, vecinito idiota-le dije y su cercanía me hizo parar de reír. Mi corazón comenzó a latir deprisa.

- ¿Sí? ¿Me lo merezco?-Me susurró al oído. No pude evitar sonrojarme.

- Sí - contesté con un hilo de voz.

- Y tú te mereces esto-dijo y me besó.

Fue un beso lento y tierno. Sentía mariposas en mi estómago. No, mariposas no, sentía un zoológico. ¡Derek realmente me encantaba! Me hacía sentir cosas que nunca había sentido. Sí había experimentado un beso, pero nunca sentí lo que sentía cuando lo besaba a él. ¡Era una sensación increíble!

Dejamos de besarnos y él se levantó. Me ayudó a levantar y fuimos a sentarnos en unos asientos que había frente a lo que se suponía fuera un kiosco de comida, pero al estar vacío el lugar, se encontraba cerrado.

- Me encantas, Susan-me dijo Derek, mirándome a los ojos. No sabía qué decirle, estaba atontada. Yo solo le acaricié el rostro y le di un beso -. Vengo ahora - dijo de repente.

- ¿Para dónde vas?-Le pregunté, confundida.

- Solo espera -me dijo, tirándome una guiñada.

Pasaron quince minutos y Derek no regresaba. Ya comenzaba a desesperarme, cuando escuché una voz por un altavoz que se escuchaba por toda la pista.

- ¡Susan McMahon, favor de dirigirse hacia la puerta roja! ¡Repito, hacia la puerta roja!

Era Derek poniendo una voz como de locutor de la radio. Se oía gracioso, no pude evitar reír.

Me dirigí hacia la puerta roja, que quedaba en el centro de la pista de hielo. Por supuesto que crucé por el área sin hielo, porque si no, no llegaba viva hacia la puerta.

Cuando llegué a mi destino, había otra cajita rosa en el suelo. La tomé y había un papelito que decía:

"¡Qué comience la diversión!"

Abrí la puerta despacio...

Mi vecino misteriosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora