XXII

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Moscú

- Parce me da miedo preguntar pero ¿Para qué quiere usted eso? - Preguntó Bogotá con mucha duda.

- Pues... He tendió mareos y náuseas y pues mejor prevenir que lamentar ¿No? - Dijo CDMX sonrojándose levemente y riendo con nervios. Las posibilidades de estar en cinta de Moscú no era nulas, sin embargo, temía ante esas posibilidades. Ella ya había sido madre de pequeños cuando sus municipios eran unos niños, sin embargo la situación no era la misma, pues sus pequeños nunca tuvieron un padre y ella no tuvo que pasar por un embarazo o un parto. Pensaba en la relación de su padre y Rusia, definitivamente no quería arruinarla, no ahora que su padre al fin había encontrado a alguien que lo hiciera inmensamente feliz. Pensaba en la reacción que tendría Moscú; jamás hablaron sobre ser padres juntos y la reacción que podría tener era una incógnita.

Durante mucho tiempo pasó sola, su maternidad de aquellos municipios la vivió sola, con ayuda de su padre y sus hermanos, pero en cuanto a relación romántica, pasó la mayor parte de su vida sola, hasta que conoció a aquella capital, gruñona, sin sentido del humor, que siempre tenía una expresión de odio hacía todo y todos. Paso tanto tiempo sola y concentrada en su maternidad que olvidó completamente lo que era tiempo para ella,  vivía del trabajo y sus hijos. Cuando aquellos municipios crecieron y se hicieron una vida y tuvieron que ocuparse de su territorio, pensó que todo para ella iba a ser mejor, pero estaba equivocada.

Cuando sus hijos comenzaron a hacer sus vidas, para ella todo se volvió más complicado, la soledad la invadía en su casa, aquellos complejos que alguna vez tuvo cuando era niña o adolescente volvieron a surgir, al no tener a nadie a su lado. Sus hermanos, con su trabajo, sus hijos y tal vez sus parejas, su padre, en su mundo, teniendo que ser un representante y lidiando con el gobierno, sus amigos, la mayoría eran chicas capitales de Europa y Asia, pero al ser capitales de potencias, su trabajo era muy pesado. Estaba sola. Su  corazón y su mente solo abarcaban el trabajo y la soledad, sin nadie. Cada día dudas como ¿Por qué estoy sola? ¿Por qué no hay nadie conmigo? ¿Qué hay de malo en mí? Y muchas más la atormentaban. No comía y sus ratos libres los pasaba ejercitándose o llorando. Las ojeras en ella eran muy notables pues un amigo que estaba con ella casi todas las noches era el insomnio, pero para el día y a día tenía otro amigo, el maquillaje.

Durante mucho tiempo se sentía vacía, tanto, que se sentía incapaz de aceptarlo. Mentía, sonreía porque ¿Los demás por qué querrían saber si ella se encontraba mal o bien?

Pasado tiempo de estar fingiendo, tuvo una reunión con las capitales soviéticas, ahí fue donde tuvo una interacción con Moscú. Había tenido reuniones generales con él, pero jamás interacción directa.

- Hola - Dijo tímidamente la  chica.

- Eres la hija de México ¿No? - Preguntó Moscú con su típica cara de pocos amigos.

- Si y tú el hijo de Rusia - Dijo como una afirmación.

- Exacto - Dijo para luego volver a ignorarla como normalmente lo hacía.

Quien diría que aquella conversación de 15 palabras fuera el inicio de la nueva felicidad de la chica. Luego de eso, comenzaron a dejar de ignorarse, a saludarse en los pasillos y en las calles. A en las reuniones darse miradas y sonrisas amistosas.

Pasados dos años, comenzaron a hablar por chat. CDMX fue honesta sobre ella misma y sus propios sentimientos por primera vez, con él. No tenía idea de porque le abrió su corazón, tampoco entendía porque aquel hombre tan distante fue dulce y comprensivo con ella, pero lo agradece. Dejó de estar sola y comenzó a acercarse más a él. Después de las juntas comían juntos, lo cual era impresionante por dos puntos; por más de seis años la chica no había comido un tiempo de comida de manera correcta si no era por los almuerzos cooperativos que organizaban para la ambientación social en el trabajo, donde ella trataba de comer lo más mínimo, y porque Moscú no era alguien fácil de tratar.

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