Extra, capítulo uno

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Los labios comenzaron a temblarme mientras me tragaba los sollozos que se empecinaban en salir. Me sorprendió percibir las lágrimas que caían por mis mejillas, asumí que, después de la noche anterior me había quedado sin ellas después de llorar tanto. Me pasé las manos por la cara barriendo cualquier indicio de humedad en ella, respiré hondo antes de volverme a llevar el pequeño vaso a los labios, soportando el ardor que se desató en mi garganta.

—Camila, apaga el iPad... ¡Camila, te estoy hablando!

—¿Me puedes dejar tranquila? —Lo increpé después de sorber la nariz.

—¡Mierda! ¿Te bebiste media botella tú sola? ¡Camila! —En menos de un parpadeo estaba en el suelo sentado a mi lado. Levantó la botella de la mesa para alejarla de mí mientras me observaba con reproche—. ¿Qué mierdas pasa contigo?

Bajé la cabeza en lugar de enfrentar su mirada como hubiera hecho siempre. El tequila estaba haciendo de las suyas, me encontraba estúpidamente sensible. Llorar fue lo único que pude hacer.

—Mariano, son mis lentes, es su camisa.... ¡Es mi clóset! —Señalé la pantalla con rabia—. Quiero que Pablo se muera —El llanto se desbordó de nuevo, provocando que mi amigo torciera los ojos con fastidio—. Se la cogió en mi cama, que asco.

—Lucy escogió el peor momento para irse. Mi diosa, levanta la cabeza —ordenó—. Deja de ver esa foto... Camila, por primera vez no sé como lidiar contigo.

—Lo odio. Es un maldito, estúpido, promiscuo, infiel, asqueroso.

No había un solo insulto que pudiera reconfortar lo que estaba sintiendo. Pese al transcurso de las horas, continuaba igual de impresionada y asqueada por la foto que había recibido. Me limpié las lágrimas una vez más y le arrebaté de las manos el shot que había servido para él.

—¿De verdad vas a seguir ahogándote?

—No lo sé, Mariano... Yo le compré esa camisa —sollocé de nuevo—. ¿Te imaginas cuantas veces hizo lo mismo? Seguramente cada vez que salía de viaje él metía a este tipo de mujeres a mi casa. Porque el maldito penthouse es mío. ¿Puedo demandarlo por daño psicológico?

La risa que salió de sus labios fue triste, alargó el brazo para acariciarme el cabello, siendo tierno en medio de su enojo. La noche anterior, cuando recibí aquel mensaje a través de mi cuenta de Instagram, él había estado ahí a mi lado, abrazándome para aliviar el desconsuelo que me invadió al identificar mi clóset en la foto que me enviaron, además de mis lentes Prada y la camisa que yo misma había comprado para el estúpido de Pablo.

—¿La casa de Los Cabos sigue siendo solo tuya?

—Sí.

—Véndela, sería la forma ideal de darle una lección.

—No puedo creer que me haya hecho esto —reflexioné, ignorando su comentario.

Mantenía la vista fija en la pared mientras recordaba lo que decía el mensaje buscando algún detalle que me hiciera dudar de lo que había leído. Apreté los ojos al mismo tiempo que negaba, cayendo en cuenta que cada cosa que dijo el perfil de esa tal "Melissa" parecía ser cierta. La fecha en la que ella aseguró haber pasado la noche en mi departamento, coincidía con la de uno de mis viajes de trabajo.

—¿Bloqueaste a la golfa?

—Sí, no quería seguir leyendo nada de lo que dijera, es obvio que no miente. Estuvo en mi departamento. Tiene pruebas.

—Dijo que tenía que contarte algo más, no debiste bloquearla.

—¿Para qué quiero saber algo más?

Malas Decisiones Escenas extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora