Benjamín parecía estar procesando lo que acababa de escuchar. Mantenía la vista fija en la pared, manteniéndose en completo silencio. Se veía agotado y confundido, había volado cuando estuvo al tanto de todo, comportándose como la persona incondicional que siempre fue conmigo.
Abrí y cerré la mano observando el daño en mis nudillos. La sangre se había secado, dándole paso a un leve dolor que comenzaba a incomodarme. Cualquier malestar físico que estuviera padeciendo, no se comparaba con el peso de la culpa y los remordimientos con los que estaba lidiando. Los mismos que me atormentaron hasta el punto de robarme el sueño.
Volteé dispuesto a dirigirme al baño sin decir otra palabra más. Me había mantenido callado desde que Benja llegó por mí al sitio donde me tenían retenido. En esos momentos donde mi mente aún estaba nublada por la ira, el silencio era mi mejor aliado. Desabroché mi camisa percatándome de las pequeñas gotas de sangre que la manchaban.
No recordaba haber causado un caos de la magnitud del que provoqué la noche anterior. Ni en mis peores momentos me había descontrolado de la forma en la que lo hice, procesarlo no hizo que me arrepintiera. Pese a saber que estuvo mal, estaba dispuesto a repetir todo de la misma manera.
El agua aligeró mi aturdimiento, permanecí largos minutos bajo la ducha ansioso por despejarme. La rabia me había dejado en un estado en el que reconocerme era imposible. Dejé que mi cuerpo se enfriara poco a poco hasta que pude adecuarme a todo lo que me estaba ocurriendo. Al salir respiré hondo contemplando mi imagen frente al espejo. El enrojecimiento en mi cara evidenciaban los golpes que había recibido, el dolor en los nudillos todos los que había acertado.
El portazo no inmutó a Benjamín, seguía sentado en el sillón azul en medio de la estancia, con la atención puesta en el teléfono que veía idiotizado.
—No entiendo como nos dimos cuentas antes. Es idéntica a él.
La rabia que emergió ante ese comentario me llevó a apretar los puños. Se me revolvía el estómago cada vez que pensaba en lo que acababa de decir Benjamín.
—Quiero matarlo.
Me vestí maldiciendo entre dientes negándome a darle la razón a Benjamín. No quería analizar ninguna semejanza física entre mi Lu y la basura de Luis Carlos.
—Es un hijo de puta —continuó observando su teléfono. La curiosidad me venció y terminé acercándome para ver lo que contemplaba—. Sonríen igual, tiene sus ojos. ¿Cómo no se nos ocurrió?
—Lo mismo me he recriminado —reflexioné mientras me sentaba a su lado—. Jamás se me pasó por la cabeza algo así.
Mi mandíbula se tensó al rememorar todas las veces en las que el imbécil que decía ser mi amigo, se ofreció a ayudarla a estudiar o a ir por ella a la universidad con la excusa de echarme una mano. Concientizar que todo había pasado en mis narices, me sentó muy mal. Me sentí culpable irremediablemente. Estaba demasiado ocupado con las clases, las fiestas y las mujeres, como para prestarle atención a mi hermana menor, quién se suponía estaba bajo mis cuidados.
—Nicole era como la hermanita de todos. Es un maldito enfermo.
—Pasó en mi cara, en mi cara —repetí. Exhale con fuerza desesperado por adecuarme la sensación sofocante en mi pecho.
Era reproche, rabia y unas ganas insoportables de partirle la cara a Luis Carlos. Benjamín se quedó pensativo de nuevo, a como lo había estado desde que le solté de golpe de lo que me había enterado. Estaba esperando que hiciera más preguntas, pero parecía seguir sumido en la sorpresa.
—En nuestra cara, yo tampoco noté nada. ¿En qué momento ocurrió?
—Cuando se ofrecía a ayudarla a estudiar. Estoy recordando todas las veces que lo encontré en el departamento, esperándome supuestamente, aunque no hubiéramos quedado en vernos. Aprovechó cada oportunidad para acercarse a mi hermana.
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Malas Decisiones Escenas extra
RomancePablo lidiará con las consecuencias de haber perdido a Camila, mientras ella triunfa y cumple sus sueños. ¿Podrá soportar el éxito de la mujer a la que saboteó y por la que perdió la cabeza? *** Las malas decisiones de Pab...