Extra, capítulo trece

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Disfruten mucho de esta etapa, yo sé porque se los digo. (Adjunten risa malévola)  voten y comenten. 

Mis ojos permanecían cerrados mientras la camioneta avanzaba en medio del tráfico matutino. Estaba recostada en el pecho de Pablo que atendía llamadas que no le permitieron hablar conmigo durante todo el camino. Me encontraba cómoda entre el calor de sus brazos, respirando de cerca el aroma de su perfume y con los latidos de su corazón retumbando en mis oídos. Deseé que el trayecto hacia Look durase un poco más. Mi necesidad absurda por permanecer bajo ese cobijo, me hacía añorar no dejarlo.

—No, Mile, reprográmala para mañana temprano —le escuché decir—. Lo sé, pero había olvidado que hoy comenzaban los entrenamientos, tengo un compromiso con las niñas.

Me abracé más a su pecho, rodeándole el torso con mis brazos. No solía comportarme de esa forma, no sabía si se encontraba cómodo con aquella invasión de su espacio personal y tampoco le presté mucha atención al tema. Continué abrazada a él satisfaciendo mi deseo.

—Cuelga —le ordené en voz baja, tras levantar la vista.

—Dame en segundo.

El repentino frenazo de Horacio me provocó un sobresalto exagerado. Me aferré a la camisa de Pablo por instinto, percibiendo como él me abrazaba con más fuerza.

—El de la moto salió de la nada —explicó el chófer.

—Ten cuidado.

Pablo dejó su teléfono a un lado y me envolvió con ambos brazos ofreciéndome besos dulces en la frente. Tras el accidente que tuvimos la noche anterior me encontraba en un estado constante de alerta. Mi nerviosismo había sido tanto que, acepté el té extraño que me preparó y dormí toda la noche pegada a él.

Mientras la velocidad que la que nos movilizábamos aumentaba dejé pequeños besos por su barbilla, marcándolo sutilmente. Solo unos minutos después nos adentramos al estacionamiento, en lugar de comenzar a recoger mis cosas, me quedé quieta en el mismo sitio.

—Te veo más tarde, Horacio —me despedí desanimada.

—¿Quieres qué te acompañe?

Negué ante la pregunta de Pablo que me ofrecía su mano para ayudarme a salir. No se me apetecía que pusiera un pie en la agencia donde la forma en la que todas le sonreían me recordaba cosas que prefería olvidar. En cuanto estuve frente a él lo abracé, alargando aquella despedida.

—¿Quieres ir a saludar a Benja?

—No, belleza, solo quería acompañarte. No tengo mucho tiempo. ¿Te veré en la noche?

—Sí, ven a cenar a mi casa... Es la única opción —le expliqué mientras echaba la cabeza hacia atrás para verlo—. No he visto a mis papás en muchos días.

Asintió comprensivo antes de acerca sus labios a los míos, el tacto de sus manos por debajo de mi camisa me erizó la piel, me estaba acariciando con suavidad la espalda mientras me apretaba contra su cuerpo con firmeza. Me negaba a romper el contacto húmedo de nuestras bocas, me encontré fascinada con las sensaciones desatadas por ese beso.

—Hace un minuto esto dejó de ser decente —susurró Pablo a pocos centímetros de mis labios.

Di un paso atrás riendo en medio de la vergüenza que sentía. Las personas que caminaban por el estacionamiento habían observado como nos comimos la boca sin ningún tipo de pudor. Pasé mis dedos por el contorno de sus labios borrando la huella de mi labial. No se me apetecía dejarlo ir, sin embargo, su teléfono sonando me recordó que estaba ocupado.

Malas Decisiones Escenas extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora