Extra, capítulo treinta y cinco

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Holis, intensa. Un extra más y todo se acaba, porque el final no tendrá un apartado como este. Aunque me emociona es inevitable sentirme melancólica. Si les gustó no olviden dejar sus votos y comentarios. 

—Solo faltan estas cajas, pueden comenzar a llevárselas.

La voz de Lucy se escuchó lejana, pese a encontrarse nada más a unos pasos de distancia. Me sentía ausente, ajena a todo lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Había soportado sin quejarme todos los malestares provocados por el embarazo, sin embargo, la labilidad emocional era más de lo que podía manejar.

Me encontraba harta de mis cambios bruscos de estado de ánimo, mis hormonas haciendo de las suyas me mantenían tan sensible que cualquier cosa insignificante podía convertirse en el detonante de un llanto inconsolable. Maldije en silencio observando al personal de la empresa de mudanza tomando mis pertenencias. Mi labio inferior había comenzado a temblar, el llanto atorado en la garganta me dificultaba respirar.

Odiaba llorar, no solía mostrarme débil con frecuencia. Por ello, mi entorno, no tenía claro como reaccionar cuándo las lágrimas se desbordaban. Había perdido la cuenta de todas las veces en las que Lucy me vio llorar el último mes. La angustia que reflejaba su rostro era la misma. Se acercó ante el primer sollozo, ofreciéndome una botella de agua que rechacé.

—¿No quieres sentarte?

—No, Lucy. Estoy bien.

—¿Estás triste? Pensé que querías mudarte.

No podía explicarle como me sentía, porque mi cerebro descontrolado por las hormonas, no tenía nada claro. Todo el asunto de la mudanza me llenaba de expectativas y mucha emoción, no obstante, no podía evitar sentir una tristeza profunda por dejar un lugar que era tan importante para mí.

Negué acongojada mientras salía del clóset para echarle el último vistazo a la habitación semi vacía. Había muchas vivencias dentro de esas paredes, pasajes cruciales de mi vida que marcaban mi presente, me era inevitable sentirme melancólica.

Suspiré exhausta, contemplando la luz dorada que entraba por la ventana abierta. Me encontraba además de triste, cansada. Mamá me había advertido lo desgastante que sería mudarme en el último trimestre del embarazo, sin embargo, no contemplé que fuese del todo cierto que mis energías iban a agotarse tan rápido y con cualquier esfuerzo.

Me recosté sobre el colchón buscando un poco de descanso para mi espalda mientras mis ojos se llenaban de lágrimas que salían sin ningún tipo de control. Quería marcharme para salir de ese estado lamentable en el que me encontraba. Los hombres que salían cargando cajas se estaban llevando un espectáculo con mi llanto silencioso.

Me senté con dificultad solo un rato después, lista para tomar mis cosas e irme. Confiaba en que Lucy supervisara bien el trabajo, aquello era lo único que me quedaba.

—Lucy —le llamé por tercera vez. Se acercó con el teléfono en la mano, sonriendo a manera de disculpa por hacerme esperar—, voy a irme. Encárgate de supervisar que no quede nada olvidado. Hay cajas que deben de tratar con cuidado en el estudio de Pablo.

—¿Te sientes bien? Tienes los ojos hinchados.

—No del todo, quiero descansar.

—¿Te irás sola? Es que Pablo me pidió que no te dejara sola, tu mamá tampoco quiere que conduzcas.

—Horacio está abajo.

—¿Pero estarás sola en casa?

—¡Sí! —respondí con fastidio—. Te espero allá cuando terminen.

Malas Decisiones Escenas extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora