Hola, intensas. Decidí compartir por aquí todos los extras. Espero que disfruten de este que aún no leían. Voten y comenten mucho, que me quedó larguisímo. Muero por leerlas.
Ver las maletas llenas y mi habitación vacía me abrumaba. Todo había pasado tan rápido que procesarlo estaba siendo complicado. Pese al tiempo que Mariano llevaba negociando aquel contrato, percibí que en un parpadeo las cosas tomaron otro rumbo.
Me senté en la cama observando a mi alrededor de mala gana. Me encontraba agotada de todas las formas posibles. La mudanza me obligó a enfrentarme a obstáculos de todo tipo, físicos, mentales y emocionales.
—Mi diosa, ¿no vas a comer nada?
Ver a Mariano cruzando la puerta no cambió el panorama. Negué mientras bostezaba, rechazando el smoothie que me ofrecía. Estaba molesta con él por obligarme a enfrentarme a una situación para la que no estaba lista.
—No tengo hambre.
—Lucy se va a encargar del resto de tus cosas, deberías tomar una siesta. Te ves cansada.
—¡Milagro! ¿Descubriste que soy un ser humano que se cansa, bebé?
Mi tono irónico provocó que torciera los ojos. Apartó una pila de ropa doblaba que se encontraba en un sillón y, se sentó. Como si no entendiera que no lo quería cerca.
—Estoy acostumbrado a esto. Con el paso de los años te has vuelto predecible. Reaccionas a la defensiva cuando estás estresada. Sé perfectamente que una mudanza es desgastante, pero todo lo que viene minimiza las molestias. Camila, no estás sacrificando nada, vas a recibir muchísimas cosas por un esfuerzo mínimo.
Claro que estaba sacrificando algo, mi estabilidad mental. Explicárselo a Mariano era inútil, jamás me iba a entender. Me levanté de la cama y fui directo al tocador. Me perdí en mi reflejo por un largo rato en el que mi publirrelacionista no me quitó la mirada de encima.
—¿Sabes qué me irrita? Que tú decidieras por mí. Me mueves de un lado a otro sin detenerte a preguntarme qué es lo que realmente quiero. Ni siquiera me diste tiempo para prepararme. Hace una semana dijiste nos vamos el sábado y listo.
—¡Lucy! —gritó de la nada— ¡Lucy!
—¿Para qué la llamas?
—Para aclarar lo que acabas de decir. Mi diosa, reservé el vuelo hace dos semanas, en cuanto concreté todo. Te lo dije ese mismo día, si no vivieras el día entero tonteando con tu teléfono lo recordarías... ¿Por qué te inquieta tanto volver a México? Pablo no puede ser, ese imbécil está más que superado, ¿no?
—Me inquieta lo que está proyectando mi regreso: fracaso.
—¿Fracaso? Tu actitud no te deja ver la realidad de las cosas...
Dejé de prestarle atención al escucharlo exaltado. Que me enumerara todos los motivos por los que estábamos a punto de regresar, era innecesario. Los conocía y entendía a la perfección. En Nueva York estaba siendo una modelo más, con muchos followers y apariciones constantes en campañas de mediana difusión. Con todo y las pasarelas que había conquistado, lo que México me ofrecía, superaba mis logros alcanzados.
Formar parte de un programa de televisión en horario estelar abriría muchísimas puertas. Mi imagen tomaría más fuerza, las marcas harían fila por colaborar conmigo. Ser presentada como la estrella del show, me haría ganar un estatus al que le podía sacar provecho hasta en Nueva York. Era consciente de todos los beneficios que me dejaría haber firmado ese contrato, no obstante, seguía dudando de haber hecho lo correcto al firmar.
ESTÁS LEYENDO
Malas Decisiones Escenas extra
RomancePablo lidiará con las consecuencias de haber perdido a Camila, mientras ella triunfa y cumple sus sueños. ¿Podrá soportar el éxito de la mujer a la que saboteó y por la que perdió la cabeza? *** Las malas decisiones de Pab...