La sala de juntas estaba completamente vacía, de las voces, las risas y las felicitaciones no quedaba nada. El silencio se imponía propiciando que me ensimismara en mis pensamientos.
Recosté la cabeza sobre la mesa, dejando ir el estrés que se había acumulado. No solía tensionarme por nada, por ello, fue un poco complicado manejarlo. Tras un largo rato en esa misma posición levanté la vista para ver la pantalla que aún continuaba encendida. Contemplé el render del proyecto que había absorbido todo mi tiempo y mi atención, percibiendo algo parecido al alivio.
—¿Arquitecto?
Erguí la espalda al escuchar la voz de Milena que estaba de pie en el umbral de la puerta. Busqué su rostro de inmediato, encontrándome con una sonrisa comprensiva a la que ya estaba acostumbrado.
—¿Necesitas algo?
—Felicidades —dijo con timidez, mientras se animaba a entrar a paso lento—. Yo sabía que lo iba a lograr.
—Gracias, Mile. Tú siempre confías en mí.
—Lo llamó su mamá, quería saber como le había ido. Tuve que adelantarme a darle la buena noticia porque estaba muy impaciente. Dijo que lo llamará más tarde... Su teléfono —agregó unos segundos más tarde, al mismo tiempo que apuntaba la mesa.
Alargué el brazo para tomar el teléfono que continuaba vibrando. Tras ver el número de Benja, acepté la llamada no sin antes agradecerle a Milena quién se estaba retirando.
—¿Lo lograste? —Identifiqué el entusiasmo de mi mejor amigo, que ni siquiera se molestó en saludarme.
—Lo logré.
—¡Hermano! —Su alegría me pareció genuina. Benja era la única persona que sin compartir un vinculo sanguíneo, se preocupaba y se alegra de verdad por mí—. ¡Felicidades! Esto tenemos que celebrarlo, no todos los días se vende un proyecto de esa magnitud. Acabas de cerrar otro trato millonario, es la segunda vez que te pasa. Tienes la puta mejor suerte del mundo.
—No tengo ni un ápice de suerte —refuté de inmediato—. Se me acabó hace meses.
—¿Cómo vamos a celebrarlo?
Que cambiara el tema no fue algo que me tomara por sorpresa, Benja solía animarme hablando de otras cosas cada vez que dejaba que el desanimo se manifestara. Respiré hondo pensando en una respuesta, quería sentir el mismo entusiasmo que evidenciaba mi mejor amigo.
—¿Qué se te ocurre? Quisiera que nos largáramos por un fin de semana completo, pero el sábado tengo entrenamiento con las niñas. Necesito una fiesta de esas en las que de repente no sabes donde estás, ni quien eres. Hace mucho tiempo no hacemos algo así. ¿Crees qué Pame...? —Mi pregunta se quedó a medias cuando escuché los murmullos de lo que parecía una discusión, en el pasillo—. Benja, te llamo en un rato. Debo atender algo.
Colgué con prisa mientras me ponía de pie. Identifiqué la voz de Milena y la de un hombre, ella sonaba tan nerviosa que me obligué a salir corriendo de la sala de juntas.
—Mile, ¿qué está pasando?
Seguridad se encontraba a su lado, impidiéndole el paso a alguien que no pude ver hasta que mi asistente se movió. Crucé los brazos mientras me acercaba a paso lento, reuniendo toda la paciencia que tenía. No me extrañaba que hubiera ido a buscarme, había contemplado que algo así ocurriera.
—Diles que me suelten —exigió haciendo un ademán femenino.
La última vez que lo había visto frente a frente, fue la noche en donde se atrevió a darme un derechazo en la nariz. Controlé mis deseos de devolverle el golpe que se merecía. La actitud nerviosa de Milena me ayudó a mantener la calma.
ESTÁS LEYENDO
Malas Decisiones Escenas extra
RomancePablo lidiará con las consecuencias de haber perdido a Camila, mientras ella triunfa y cumple sus sueños. ¿Podrá soportar el éxito de la mujer a la que saboteó y por la que perdió la cabeza? *** Las malas decisiones de Pab...