Extra, capítulo veintitrés

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Capítulo dedicado a Stefhanny Vera, feliz cumple

El sonido que salió de los labios de Pablo cuando me senté a ahorcajadas sobre él, me provocó escalofríos. Reí, fingiendo que no me intimidaba la forma en la que me observaba, mientras le ponía en el pelo la tierna banda rosa y con orejas que usaba para maquillarme.

Estaba tan agotado después del vuelo y los largos minutos en el tráfico, que no tuvo energías para negarse a mi idea de ponerle un par de mascarillas. Tras ducharse se había tirado a la cama esperando aquel momento que me hallaba disfrutando.

—Pablo, no hagas eso —advertí al sentir como se movía debajo de mí. Estaba empujando las caderas hacia arriba, buscando el tipo de roce indecente que nos alteraba por igual.

—Solo me estaba acomodando.

—¿Crees qué no te conozco? —cuestioné mientras le limpiaba el rostro—. ¡Basta!

Que riera provocó que su cuerpo diera ligeros saltos bajo el mío, cuestión que, intensificó la presión que sentía entre las piernas, en donde el idiota se refregaba con descaro.

Mi poca tolerancia no estaba presente cuando se trataba de Pablo. Debía estar molesta con él por no tomar nada en serio, sin embargo, lo único que podía hacer era reír y contemplar el hoyuelo en su mejilla que se estaba remarcando por la enorme sonrisa en sus labios.

Me negaba a alterar el equilibrio que habíamos encontrado en las últimas semanas. En donde el tiempo que pasamos solos nos acopló aún más. Por ello callé mis quejas por su falta de seriedad y continué colocando con cuidado la mascarilla. Los días en Los Cabos nos habían sentado bien a ambos, alejarme de la agencia y las mil cosas que tenía que hacer al día, me revitalizó. Estaba tan relajada que, ni siquiera el cansancio que supuso el viaje de regreso acabó con mi buen humor.

—No sé porque te permito hacer ese tipo de cosas —comentó al ver como alargué el brazo para tomar mi teléfono. Sabía lo que estaba a punto de hacer, no era la primera vez que le tomaba una foto en esas circunstancias.

—Deberías estar agradecido y no refunfuñar. Te cuido la piel casi con la misma dedicación con la que cuido la mía. Si no fuera por mí tendrías las líneas de expresión más marcadas.

Se quedó tranquilo después de un par de segundos, permitiéndome que continuara con mi trabajo. Percibí su tacto en mi cintura, la que comenzó a acariciar por debajo de la ropa. La forma en la que me observaba me provocó un pinchazo en el pecho. Pablo estaba sumamente contento, su entusiasmo se evidenciaba en la forma en la que brillaban sus ojos y sus constantes sonrisas. El secreto que le escondía ensombrecía todo, pensar en el momento de develarlo me angustiaba. Sin embargo, entendía que debía hacerlo pronto para poder continuar avanzando.

—Cami —me llamó, presionando mi cintura— ¿en qué piensas? —cuestionó al verme callada.

—En la mudanza. Me estresa muchísimo encontrar un departamento, y en todo lo que conlleva el proceso.

—Estamos intentando hacer un bebé, estresarte es una pésima idea.

—Una bebé, atráelo, golfo. Tú crees en esas cosas, di siempre: la bebé, como si tuvieras la certeza de que será una niña... No te rías, tonto.

Que se lo pidiera empeoró su ataque de su risa, su pecho desnudo se movía a causa de la carcajada que no paraba. Molesta apoyé mi peso en una de mis rodillas y moví la otra para aplastarla justo en el bulto que resaltaba en sus pants.

—Cami, no lo hagas —pidió entre risas al percatarse de mi intención—. Piensa en la bebé, un golpe nos puede dejar sin ella.

Me hizo girar sobre la cama con la facilidad que le daba ser más fuerte que yo. Me removí en cuanto se puso sobre mí, sin embargo, mi esfuerzo no tuvo ningún resultado. Se sentó sobre mis piernas aprisionándome mientras mi risa y la suya resonaban dentro de la habitación.

Malas Decisiones Escenas extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora