Storm Blue || Riverdale

6

¿Juzgar? No es mi estilo

Tony Stark
Amor... Ese es un concepto bastante sobrevalorado, por años a sido un tan modificado que hoy en día todos tienen una forma distinta para describirlo. Siendo honesto, lo único que yo sabía del amor eran las reacciones químicas que lo causaban, pero nada más.

No creía en el amor, mucho menos en el amor primera vista. Aún no creo en este último, después de todo el nuestro nunca lo fue.

¿Que fué?

Bueno, tenía varias hipótesis.

1.- Curiosidad: Jen era nueva en el pueblo, desconocida, de mirada inocente y era acompañada por un hombre peligroso. Eso no se veía todos los días.

2.- Atracción: Jen era preciosa, de cabello largo y oscuro, piel morena, facciones bien delineadas y atractivas, y una hermosa sonrisa. Cualquiera podía caer en sus encantos.

3.- Capricho: FP Jones me había prohibido acercarme a sus terrenos, su preciada hija, y yo era un idiota impulsivo.

Realmente no estoy seguro de que fué, pero de lo que sí estoy seguro es que ella se había ganado mi atención, una parte de mi deseaba más que sólo acompañarla al baile y no era sexo, de hecho, sorprendentemente eso nunca cruzó por mi cabeza durante esa noche. Quería conocerla, ver que había detrás de esa cara bonita.

Todo el salón de gimnasia era iluminado por luces de colores y algunos adornos. Padres e hijos se encontraban ahí, obviamente, era una reunión de exalumnos y como Riverdale High era la única preparatoria en el pueblo era claro que toda la gente se encontraría ahí.

Muchos de mis amigos y conocidos se acercaron a saludar, además de una que otra chica loquita por mí, como evitarlo. Por un momento perdí a Jen entre la multitud, cuando la encontré estaba cerca de ponche mientras miraba con aburrimiento el líquido rojo que para esa hora era seguro que estubiera alcoholizado.

—¿Todo bien? —pregunté acercándome a ella con una leve sonrisa.

—Esto no sabe a ponche normal —se limitó a contestar.

—Sí, creo que no deberías tomarlo —le quité el vaso y me puse frente a ella para que me mirara.

—Parece que eres muy popular —mencionó casualmente.

—Es lo que pasa cuando se tiene un padre rico, atractivo impresionante y carisma divino.

—Oh, sí. Suena razonable —se rió un poco de mí y yo estaba complacido de ser su burla.

—¿Quieres bailar, Jen? —ella solo asintió, yo tomé su mano para adentrarnos en la pista—. ¿Sabias que durante el régimen nazi quedaron prohibidas muchas expresiones artísticas en Alemania? De hecho se utilizó la expresión arte degenerado para describir al arte moderno que fue completamente censurado a favor de lo que se llamó arte heroico —nos detuve en medio de la pista, no hubo que intentarlo mucho pues encajamos a la perfección—. La danza fue una excepción. Es un dato innecesario, pero ahora, cada vez que pienses en los nazis, pensaras en este momento.

—¿Y eso es bueno? —cuestionó mientras sus dedos se acomodaban en mi hombro.

—Estar en tus pensamientos siempre será bueno —iba a empezar a bailar pero ella me detuvo.

—Tony —murmuró como si me fuera a contar uno de sus secretos mejor guardados—. No se bailar.

—Sólo sigue mis pasos —susurré—. Relájate y déjate llevar... Por mí.

Las luces iluminaron la pista, los ojos de Jen cayeron sobre los míos y la canción mas cursi que puede existir sonó por todas las bocinas del gimnasio. El mundo pareció detenerse en el coro, al mismo tiempo que ella me miraba con una ligera sonrisa.