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Riverdale

Esta historia no comienza con el típico "Érase una vez en un reino muy lejano". Ni tiene a una princesa y a un principe locamente enamorados, tampoco hay dragones, magos o alguna criatura fantástica. Pero como en toda buena historia hay buenos y malos, héroes y villanos, todo de manera relativa.

Esta historia comienza con una chica...

Jen
Desperté gracias a la horrible sensación que abrumada mi cuerpo. La cabeza me palpitaba, mis huesos parecían crecer de forma anormal y mi estómago parecía querer devorarse a si mismo. Abrí los ojos poco a poco, vacilante por la intensa luz de la sala. Cuando por fin logré abrirlos pude observar la habitación en la que me encontraba, era un hospital eso era claro.

Yo nunca había estado en uno, pero en ese momento los odie, el olor era poco sano para ser una central de salud y los sonidos punzantes de mi pulso en la máquina de a lado no hacían nada más que aumentar mi malestar.

Intenté levantarme pero no pude, tenía una intravenosa en el brazo y una manguera en la nariz sumamente molesta. Arranqué de mi cuerpo ambas extenciones en el instante en que las noté. El dolor punzante me hizo maldecir mentalmente mi brusquedad.

Me senté en la camilla e inmediatamente todo comenzó a girar, quise vomitar. En ese momento una mujer de algunos cuarenta y vestida completamente de blanco entró para detenerme.

—¡Señorita, señorita!... Cálmense.

—¿Esto es un hospital? —pregunté en un balbuceo torpe—. ¿Tengo todos mis riñones? ¡¿Usted robó mis riñones?!

Rápidamente me explicó lo que pasaba, al parecer me desmayé, aunque eso ya lo sabía, claro. El punto era que un hombre me había llevado ahí, probablemente me había recogido de la carretera, ese era el último lugar en el que recuerdo haber estado.

El hombre me esperaba en la sala de espera, según la enfermera él había pasado la noche ahí. Lo llamaron a la habitación y luego de unos minutos apareció. Al verlo me sentí ligeramente intimidada, su aspecto era de un recién salido de prisión. Tenía la barba cerrada, el cabello oscuro, una mirada fría y una expresión de matón.

Traían con él una chaqueta negra recargada en su brazo. A pesar de eso noté el cansancio en sus ojos. No supe como reaccionar o que decir.

—¿Estás bien, niña? —su voz gruesa y brusca me sorprendió pues ahora debía responder a su pregunta.

—No sé —respondí con una tremenda cara de susto y la voz al borde del llanto.

Él solo alzó una ceja ligeramente y volteó a ver a la enfermera. Hablaron un poco y luego de un momento me devolvieron mi ropa. No entendía que estaba pasando. Me sacaron de la habitación una vez me cambié la bata. No pregunté nada, solo seguí a la enfermera hasta la recepción donde aquél hombre extraño me esperaba.

—¿Tienes hambre? —me preguntó al estar frente a él. Mi estómago respondió antes que mi boca pudiera hacerlo—. Ya veo.

Empezó a caminar hacía la salida si decir más. Me quedé plasmada, no sabía si era buena idea seguirlo o simplemente pedir ayuda en ese momento al recepcionista del hospital.

—¿No vienes?

Lo pensé solo por tres segundo, que en mi mente fueron minutos. Vi su cara, su ropa y finalmente di el primer paso para seguirlo, no tenía mucho que perder, además pensé que podía ser tan malo si me había salvado la vida...

¿Verdad?

Afuera el clima era frío y nublado, parecía una escena de la saga Crepúsculo. Me abracé a mi misma y él, al notarlo, me cubrió con su chaqueta y me dió la instrucción de ponérmela pues iríamos en moto. Nunca me había subido en moto antes así la idea me provocó nauseas y un ligero cosquilleo. Era eso o aún sufría de los efectos de la inanición, la deshidratación o la insolación.

Storm Blue || RiverdaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora