Capítulo 26🍁

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LENA.

Sábado.

Estoy temblando del frio y mi abrigo no está ayudándome mucho, pero a la señora Hoffman no le importa demasiado eso, ni siquiera parece afectarle mientras arregla su jardín. A pesar de que la mayoría de las plantas están algo secas debido a la época ella sigue dándoles su cariño.

A veces pienso en que ese podría ser mi futuro, no hablo de las planta porque definitivamente no sirvo para cuidarlas, me refiero más bien a ser una señora solitaria que se entretiene hasta con lo más simple. Aunque no me quejaría de tener su resistencia al frio.

—Estoy a nada de morir por hipotermia—me quejo haciendo que suelte una risa.

—Deja de ser dramática, no hace tanto frio—me responde.

—Podríamos estar dentro de la casa con un café calentito y unos dulces, pero en su lugar estamos afuera con este frio de mierda.

Antes mis palabras, ella voltea y me señala con una pala de jardinería.

—Cuidadito con esas palabras frente a mí, niña—me regaña.

Levanto las manos en señal de inocencia.

—Si quieres, ve entrando y prepara el café para ambas—sonríe divertida.

Asiento inmediatamente y no me tardo ni un segundo en entrar a la casa.

Dentro esta calentito, por lo que me quito el abrigo y lo dejo en la sala. Luego voy a la cocina a preparar el café, lo que me cuesta un poco porque no entiendo mucho la rara cafetera que tiene la señora Hoffman. Cuando por fin logro descifrarla y encenderla, mi celular suena. Reviso que la cafetera esté funcionando y voy a ver quién me llama.

Maddison.

Estuve ignorando sus llamadas estos días.

Dudo por un instante en si atender, pero decido dejar que suene. No quiero hablar con ella en este momento más después de nuestra pelea.

Me duele estar enojada con mi mejor amiga, la única persona que ha estado para mí en cada momento, pero mucho más me duele lo que hizo. Me trató prácticamente de inútil, de alguien que no puede ni valerse por sí misma y eso dolió, porque creí que era la única persona que no me juzgaba por mi forma de ser. No sirvo para hacer amigos o socializar como ella, ni tampoco soy alguien carismática a quien todos adoran y mucho menos soy alguien que puede hacer cosas impulsivas o sorprendentes como irse de intercambio a otro país igual que Maddison. No soy como ella, nunca lo seré y creí que mi amiga lo entendía.

—Creo que eso ya está—escucho a la señora Hoffman a mis espaldas.

Volteo viéndola acercarse a la cafetera.

—Lo lamento, estaba distraída.

—No te preocupes, lo note—me sonríe—. Ve a la sala, yo llevare esto.

Asiento y le hago caso.

Me siento en uno de los sofás individuales y me acurruco en el tapándome con una manta.

La señora Hoffman no tarda en aparecer con los cafés y una bandeja de dulces que reconozco de inmediato, son de la tienda de mis padres. Ellos siempre suelen traerle, son de regalo. Ella los deja sobre una mesita y luego se sienta en el otro sofá individual que hay en la sala.

—Bueno, ahora dime lo que te tiene tan distraída—me dice regalándome una sonrisa.

Pareciera que nunca puedo ocultarle nada, ella siempre sabe cuándo algo anda mal.

El Otoño PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora