El ángel caído

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Unas horas antes.

Jimin y Tae estaban en un club exclusivo en el centro de la ciudad. Se habían quedado en la barra, mala decisión, ya que estaban más cerca de la bebida. Tae casi se había terminado su cena, pero Jimin prácticamente no la había tocado. Eso sí, se había tomado cuatro cervezas, una botella de soju y un cóctel. Por mucho que su amigo le había intentado parar, el rubio no dejaba de pedir. Jimin amaba beber, pero lo toleraba bastante mal. En seguida se ponía tonto y era un peligro, no para los demás, sino para él mismo. No solía ser consciente de nada de su alrededor cuando estaba bajo los efectos del alcohol.

-Jimin, come algo -Tae le acercaba los palillos con algo de comida-. Mañana no vas a ser persona, tenemos concierto y a quien van a arrancarle la cabeza es a mí.

Jimin, ignorando todo lo que su amigo le estaba diciendo, evitaba la comida como si estuviera en la película de Matrix.

-Tae, solo disfrutemos -Jimin se levantó de su asiento, tocándose constantemente el pelo, mordiéndose los labios y liberando cantidad de feromonas que parecían atraer a todo tipo de moscardones-. Solo quiero bailar.

Al lado de Jimin, un joven que no había dejado de mirarle en toda la noche se envalentonó y se acercó. Tae lo miró con cara de pocos amigos.

-Hola ¿quieres bailar?

Jimin le miró, le hizo un chequeo completo de arriba abajo de forma muy descarada y se acercó  a su cara con una sonrisa picarona.

-No estás mal.

Tae apartó a su amigo de la sanguijuela y le volvió a sentar.

-Está conmigo, por si no lo habías visto.

-Solo quiero invitarle a...

-Invita a otro.

Jimin con cara de niño con pataleta miró a Tae.

-Pero yo quiero bailar.

-Él quiere -dijo el otro chico.

Tae se levantó y se puso delante de su amigo. Era muy dulce e inocente cuando se lo proponía, pero cabreado era totalmente intimidante.

-Vete o llamo a seguridad.

El chico se fue y Tae se giró hacia un Jimin que no dejaba de mover la cabeza de la borrachera. Abrazó a Tae desde su asiento, quedando su cabeza en el pecho del joven. Tae rendido le rodeó con sus brazos.

-Nos vamos a casa. Voy al baño, pago y nos piramos.

-Vale.

-Pórtate bien.

Jimin asintió y giró otra vez su asiento hacia la barra, derrumbando su cuerpo en ella y haciéndose el dormido. Tae se fue tranquilo a los servicios. Él tampoco quería volver a casa, el ambiente con Jin se había vuelto raro. Sabía que el mayor se había enfadado tras el beso, los dos sabían que habían cruzado una línea muy peligrosa. La misma que cruzaron Jimin y Jungkook hace unos años y los había llevado a donde están ahora. No quería eso. No quería repercutir en la banda por sus absurdas pasiones. Quería a Jin como un hermano, no debía dejarse llevar por sus hormonas revolucionadas. Era consciente de que no era el único, estaban viviendo su juventud y las únicas personas alrededor eran el staff o ellos mismos. Caer era muy fácil.

Cuando Tae salió del baño descubrió que Jimin no estaba en la barra. Lo buscó por todo el local hasta encontrarlo en una tarima con barra incluida, bailando con otros dos que le dedicaban caricias, besos en el cuello y algún que otro perreo. Jimin levantaba los brazos deslizando sus pequeñas manos por la barra, disfrutando de la música. Se contoneaba tanto que el calor del local le hacía sudar, pero se veía muy sensual. Estaba totalmente ido y si no lo salvaban, esos chicos se lo iban a comer enterito allí mismo. El rubio se había quedado solo con su pantalón negro, sus gafas de sol y la camiseta blanca que mostraba gran parte de su pecho debido al calor. Sus pezones marrones se hacían notar y se erizaban con el roce del chico que tenía detrás. Otro le atrapaba las caderas para moverse a la vez mientras le dedicaba palabras subidas de tono. Sin embargo, Jimin lo único que oía era la música que bailaba. En ese momento no le importaba el mundo, ni la gente de su alrededor.

Expediente Manila (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora