Capítulo 9

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Lo siento mucho, Kim, de verdad. Espero que algún día puedas perdonarme —exclamó Aya entre sollozos, de sus ojos no dejaban de salir lágrimas.

La observé en silencio desde mi posición, estaba tirada en el piso con el uniforme desgarrado y también lloraba, lloraba porque todo se había arruinado, porque sentía un profundo dolor que incluso el llanto no era suficiente para dejarlo salir. Entonces la observé con desdén, ella no tenía razones para llorar, el daño ya estaba hecho.

—No pidas perdón, Aya. Supongo que ya lo veía venir, habías estado actuando tan mal desde hace semanas atrás, eres...

—¡Te lo ruego, Kim! —me interrumpió antes de arrodillarse junto a mí con el rostro contraído de dolor—. Perdóname, nunca quise traicionarte, pero tenía que hacerlo, Reiko y yo estábamos siendo amenazadas, no teníamos otra opción.

—Que bueno que aceptes que fue una traición. ¿Y dónde está Reiko en este momento? —las palabras empezaron a salir de mi boca con un sorprendente tono frío—. Ella ni siquiera está aquí, ni siquiera tuvo la valentía de verme hecha pedazos y reconocer la culpa. Y tú, Aya, ¿de qué te sirve armar este teatro?

—Estoy arrepentida...

—Sí, yo también —dije mientras las lágrimas corrían por mis mejillas—. Estoy arrepentida de haberlas conocido, de haber confiado en ustedes como una ilusa. Creí que eran mis amigas, yo les di todo de mí y... Mira lo que obtuve, estoy acabada, Aya, este es mi final.

—Daisy nos amenazó, dijo que si no estábamos de su lado iba a matarnos, estaba asustada, Kim, no quería morir a manos de esa psicópata, yo no...

—¡Y decidiste traicionarme! —la interrumpí en un grito furioso—. Desde el primer día, Reiko y tú se quedaron de brazos cruzados mientras yo soportaba todo, mientras todos los estudiantes de este maldito instituto decidían burlarse de mí, e incluso golpearme. Ningún tipo de amenaza es una justificación para la traición, Aya, es sólo que tú no conoces el significado de lealtad, de amistad.

Aya me miró con tristeza, si la hubiese visto de esa forma en otro momento habría sentido un profundo pesar, su cabello rubio estaba desordenado y traía el uniforme lleno de tierra, sin embargo, ahora no podía sentir nada más que desprecio. La había considerado mi amiga, pero cualquier tipo de afecto hacia ella se había desvanecido, este sería nuestro último encuentro, pues me iría de Dwight Seoul para siempre.

—¡Pero hice algo por ti! ¡Hice algo en tu nombre! —exclamó con desesperación—. Denuncié al director, le dije todo a la policía, que ese hombre te lastimó muchas veces... Es por eso que estoy así, porque apenas Daisy se enteró, me golpeó.

—Eso no cambia el hecho de que tú y Reiko ayudaron a Daisy, le entregaron mis fotos al director para que él pudiera hacer sus perversidades mientras pensaba en mí. ¡Tú fuiste culpable de que eso sucediera! ¿Y sabes qué más? ¡Que tú también te encargaste de esparcir el rumor en todo el instituto! Por eso es que ahora todo piensan que yo...

El rey de las apuestas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora