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En cuanto llegaron a la Torre, Natasha corrió directo a la habitación en la que se estaba quedando. Ignoró los gritos de sus compañeros y a Peter exclamando emocionado al verla llegar. Ella sentía su piel arder, su cabeza dando vueltas y su corazón latir con fuerza.

Llegó a su habitación y se encargó de cerrar la puerta con llave, fue directo al baño y se metió bajo la ducha, poniendo el agua en su más cálida temperatura. Se sentó en el suelo de la ducha, apoyó su espalda contra la pared, y sintió las lágrimas bajar por sus mejillas.

Habían ido a una base de Hydra que había sido encontrada por unos agentes en cubierto, estuvieron ahí, teniendo una batalla contra los Agentes de Hydra. Natasha estaba dándole una paliza a uno de ellos cuando de repente el hombre la vio con una desagradable sonrisa y dijo aquellas palabras que se estaban repitiendo una y otra vez en su mente:

—Tu hermana manda saludos, Black Widow.

Natasha dejó de pensar en ese momento. Fue como si algo fuera activado dentro de ella. Electrocutó al hombre con sus mordeduras de viuda en su mayor potencia y no paró incluso cuando el olor de carne quemada llegó a su nariz, solamente paró cuando escuchó a Clint gritarle que parara y vio a todos los demás agentes de Hydra inconscientes o esposados para que puedan ser arrestados, y todo el mundo estaba viéndola horrorizada.

Sintió su respiración acelerarse y no escuchó nada de lo que alguno de sus compañeros decía, salió de la base y corrió hacia el Quinjet, el cual había aterrizado no muy lejos de la base, y solamente se encerró en sí misma.

Lo que se sintió como horas después, por fin salió de la ducha, sin importarle el dolor en su piel por haber sido expuesta a agua caliente durante tanto tiempo. Con todo por lo que había pasado, un poco de agua no la dañaría. Apagó la ducha y envolvió una toalla a su alrededor. Caminó hacia el espejo e inhaló profundamente mientras que usaba su mano para deshacerse del empañamiento, y casi solloza cuando se ve a sí misma. Su piel estaba roja y todo dolía.

Dejó que la toalla cayera a sus pies y se dio la vuelta, intentando calmar su respiración mientras que se veía a sí misma en el espejo por encima de su hombro, y vio aquellas tres enormes marcas que cubrían por completo su espalda, desde la cintura hasta el inicio de los hombros, las marcas que solamente dos personas en su vida habían visto.

Aquellas cicatrices estaban en su cuerpo, en su piel, pero no eran parte de ella. Eran impostores en su propio cuerpo, recordatorios del acontecimiento que había cambiado su vida entera. Y a pesar de que las tenía desde hace tantos años, para ella, aquellas cicatrices no habían sanado. Jamás lo harían.

Cuando Steve las había visto por primera vez, la primera vez que ella dejó que él la tocara de una manera tan intima, le preguntó la historia detrás de esas cicatrices. Natasha mintió, le contó una de muchas mentiras, dijo que las cicatrices eran producto de una misión que había salido mal durante su tiempo en la Habitación Roja, y a pesar de que después de la noche en el departamento de Steve, el que alguna vez los dos juntos habían llamado hogar, se había prometido a sí misma que empezaría a ser más sincera, a que empezaría a abrirse más, estaba segura de que jamás le contaría la verdad sobre esas cicatrices a Steve. No se la contaría a nadie. La única persona que sabía la verdad era Clint, pero eso era solamente porque él había estado ahí cuando pasó.

Ella no era exactamente una mujer modesta, pero esas cicatrices eran la razón por la que siempre era cuidadosa y jamás se permitía usar algo que revelara su espalda y algunas veces hasta sus hombros, siempre se encargaba de cubrir su espalda, las únicas ocasiones en las que era más descuidada era si estaba sola con Steve o Clint, los únicos hombres en los que confiaba para dejarlos ver aquellas marcas. Eran la razón por la que una sensación rara recorría su cuerpo cada vez que alguien llegaba a tocar la parte de su cuerpo en donde estaban las cicatrices, como cuando alguno de sus amigos apoyaba una mano encima de su hombro o hasta la abrazaban, y si se ponía detrás de un espejo y volteaba la cabeza, como lo estaba haciendo ahora mismo, y llegaba a ver sus cicatrices, aquella parte de su cuerpo empezaba a doler y arder, y no podía evitar romper en un llanto incontrolable. Ésta vez no fue la excepción.

Son of the Widow [#1] (Remake)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora