Capítulo 8

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Beth

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Beth

Ian me dedicaba una mirada inquisitiva, tenia los ojos un poco entrecerrados y me observaba con detenimiento. Por otro lado, estoy segura de que mi cara era de absoluto pánico. Jamás en mi vida había hecho algo como lo de hoy, jamás había salido con dos chicos y mucho menos me había atrevido a dar el primer paso con uno. sentí mis mejillas sonrojarse al recordar los labios de Ben sobre los míos, una reacción que el rubio no paso desapercibido. Ian abrió un poco la boca con algo de sorpresa.

—Te estas sonrojando, Beth —se relamió los labios de forma seductora y luego una pequeña sonrisa ladina apareció en su rostro. Una sonrisa traviesa.

Acaricio con su pulgar mi mejilla, su tacto me quemaba, me llamaba y me excitaba. No entendía bien porque me sentía de aquella manera con Ian e incluso con Ben, no tenia demasiado sentido para mí, no tenía sentido porque nunca me había sentido de esa forma. Con lo que aparentaba ser una simple caricia de Ian o un beso de Ben me despertaba mucho más que cualquier cosa que hubiese hecho en el pasado.

—Te diré dos cosas —hablo Ian de nuevo —uno, teniendo en cuenta la hora asumo que tu cita te dejo en plena cena, seguro que no llegaron al postre, por lo que es un idiota —Ben no tenia nada de idiota, pero igual me reí, su forma de decirlo me causo gracia y aligero el ambiente —dos, teniendo en cuenta el punto número uno, vayamos por ese postre ¿Qué te parece? —suspire sin querer contenerlo, su manera de pedírmelo me pareció muy tierno viniendo de él.

Ian alza las cejas y sus ojos seguían conectados con los míos mientras esperaba una respuesta.

—Si, me gustaría un helado —asiento, le sonrió y él me sonríe de vuelta.

—Conozco un buen sitio de helados, vamos —se separa de mi y toma mi mano sin previo aviso, me da un tirón mientras camina para que le siga. Suelto una risa y doy varios pasos pequeños hasta estar junto a él.

Al principio tan solo caminamos en silencio, pero Ian no era el tipo de personas que podía estar quieto, era demasiado extrovertido así que no tardo en iniciar conversación.

—Oí por allí que te mudaste hace poco a la ciudad ¿Qué te parece hasta ahora? —había asumido que Ian preguntaría sobre el dueño del perfume que yo desprendía, pero no lo hizo.

—¿Oíste por ahí? —Lo mire inquisitiva.

—¡La gente habla! —se defendió —yo no tengo la culpa de no ser sordo —explico de forma graciosa y yo me reí ante sus payasadas.

—Claro, claro —dije con ironía, pero manteniendo mi sonrisa —contestando a tu pregunta, si, me gusta mucho. Aunque tampoco he visitado demasiado.

—Bueno, ya fuiste a una fiesta de Cian, en eso se resume Los Ángeles —se encoge de hombros.

—¿Eso que quiere decir? —me mira como si le hubiera hablado en chino, como si no entendiera mi pregunta. Nos detenemos en un local e ingresamos, mi atención estaba tan concentrada en que me respondiera que ni note como se llamaba el lugar —¿entonces? —pruebo de nuevo.

Luces, cámara y otras adicciones (Insaciables I) - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora