Esa noche, cuando regresamos a casa, sueño con un bosque, con Loa y el cardenal, que ha dejado de ser un único hombre para transformarse en un ejército que nos persigue incansable bajo la luz de una luna extrañamente grande y brillante. Estamos descalzas, y por mucho que corremos, ellos siempre parecen a punto de cortarnos el paso. Cuando me despierto entre sudores fríos está amaneciendo. Donata entra y dice:
—Señorita, ¿se siente mal? – se apresura a cerrar la ventana -. ¡No me diga que ha enfermado!
Yo niego con la cabeza, y después de asegurarse de que no tengo fiebre, me atusa las sábanas y murmulla:
—La prepararé un baño, le sentará bien.
Mi madre, que es muy perspicaz, se da cuenta en seguida de que ocurre algo. No sabe que es, pero después de observarme durante toda la mañana, cuando nos sentamos a comer dice:
—¿Qué te pasa?
—Nada.
A mí el olor a pavo está a punto de hacerme vomitar. Las manos me tiemblan y siento que estoy a punto de desfallecer. No creo que haya estado tan asustada nunca. Bebo un poco de vino para aclararme la voz.
—No pasa nada.
—Entonces, ¿por qué estás tan callada?
—¡Sienna! – dice Lucrecia – No te habrás enamorado, ¿verdad?
Mi hermano se echa a reír.
—Que cosas tienes.
—No sé qué te hace tanta gracia, Luca. Anoche Sienna bailó con decenas de pretendientes. No me sorprendería que alguno viniera en los próximos días deseoso de pasar más tiempo con tu hermana.
—No tergiverses mis palabras, madre...
Mi madre toma un panecillo, que examina con cuidado.
—Por cierto, querida, ¿cómo de cercanos sois ese señor Mazzi y tú?
—¿Otra vez?
—Oh, bueno, sé que tu tía quiere que pases tiempo con su invitado, pero tengo la sensación de que vuestra amistad está apartando a algunos posibles pretendientes... Porque es únicamente una amistad, ¿verdad?
—Lo es.
—Creo que deberías pasar menos tiempo con él.
¡Ay! ¡Si mi madre supiera que el señor Mazzi es duque!
—No.
Alza las cejas.
—¿No?
—Ayer bailé y bailé y bailé sin parar, que era lo que tú querías. Charlé, y fui educada y agradable con el resto de invitados. Soporté conversaciones terriblemente aburridas. Así que si quiero pasear con el señor Mazzi y enseñarle la ciudad como le prometí a tía Licia, lo haré.
Se lleva la mano al pecho y yo me levanto.
—No tengo hambre.
Y paso el resto de la tarde en mi habitación, dando vueltas sin parar, arriba y abajo, mirando por la ventana como el sol cae cada vez un poco más, entre los edificios, tornándose cada vez más naranja, tiñendo las fachadas y el agua de los canales. Me siento, leo, estoy incluso a punto de escribirle una carta a mi familia pidiendo perdón por mis actos. Por si me atrapan. ¡Pero por qué! ¿Por qué se me ha tenido que meter esa idea en la cabeza? ¿Por qué no he podido olvidarlo, como me dijo madre? Pero cada vez que cierro los ojos pienso en esa pobre mujer. Pienso en Donata. ¿Cómo voy a olvidarlo? Así, sin más. Ni siquiera he sido capaz de olvidar aquel inocente conejo al que, sin querer, atropellamos con nuestro carruaje cuando yo solo era una niña. «¡Solo es un conejo! – dijo mi madre - ¡Olvídalo!» Pero no fui capaz de hacerlo.
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Sienna
Historical FictionEl carnaval ha comenzado en Venecia y las madres de las grandes familias de la ciudad buscan pretendientes para sus hijas. La señora Fanucci está convencida de conseguir un matrimonio ventajoso para su hija Sienna antes de que termine la temporada...