—¡Cómo pude dejarte elegir el color de su vestido! ¡Es rojo! ¡Rojo! ¿Es que te crees que tu hermana es una prostituta?
La modista se coloca las gafas por encima de la nariz, sin poder evitar un parpadeo conmocionado. Incómoda con la situación, agacha un poco la cabeza y se limita a seguir punteando el bajo de mi vestido. Lucrecia, convencida de su decisión, asiente mientras da vueltas a mí alrededor y mastica un bocadillo de queso que le ha preparado Donata.
—No hagas caso a madre, Sienna. Yo creo que es el mejor vestido que has tenido nunca. El rojo es tu color, sin duda.
—¡El rojo es de fulanas!
—Yo creo que irradias fuerza. ¡Carisma! ¡Poder!
Mi madre se apoya en un enorme globo terráqueo y yo aguanto un poco la respiración cuando la base se tambalea. Lo compró mi padre, no recuerdo dónde, pero fue motivo de orgullo para él durante mucho tiempo. Sus amigos se arremolinaban a su alrededor, con una copa bien servida, y lo observaban durante horas. Charlaban sobre lo que podrían encontrar en aquel rincón remoto del mundo.
—Que desastre...
Cuando anoche volvieron a casa después de la ópera, mi madre vino a mi cuarto. Mattia hacía tiempo que se había marchado. El pelo ya se me había secado, pero mi vestido seguía arremolinado en la alfombra, empapado. Ni siquiera se dio cuenta, y Donata no preguntó. Mi madre puso los brazos en jarras y me pidió una explicación en una escena que me recordó mucho a cuando el Zorro Nocturno desveló mi historia con Favio La Duca. Quería saber por qué había huido de esa forma. Porqué la había avergonzado delante de los Luciano. Yo le dije que no me encontraba bien. Y ahí, tendida en la cama, con la mirada perdida, ¿quién no iba a creerme? Cualquier otra madre que hubiera sufrido los amoríos de alguna de sus hijas hubiera comprendido que mi dolor no era físico, pero mi madre...
—¿Qué hubieras preferido? – dijo mi hermano acudiendo en mi ayuda - ¿Qué le vomitara en los zapatos?
Sí, cualquiera otra madre lo hubiera descubierto en seguida. Pero ella... Bueno, ¿es que ella ha experimentado alguna vez lo que es el amor? No. Si lo hubiera hecho...
—Tiene que ser perfecto. ¡Perfecto! Así que no quiero espantadas, no quiero escándalos, no quiero nada. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
—Esta vez somos los anfitriones, así que debéis ser extremadamente gentiles. Extremadamente amables. Extremadamente amigables. ¿De acuerdo?
—Extremadamente de acuerdo.
Y Lucrecia emite una risita.
Mi madre parece a punto de estallar. Como una olla de agua al fuego que no deja de silbar. Nunca sé que pasa después. Donata la aparta antes de que ese chillido se haga insoportable. Quizá no haya nadie que aparte a mi madre antes de que nos reviente los oídos a todos.
Llaman a la puerta. Estamos en la biblioteca, porque es la habitación que tiene mejor luz, así que escuchamos a un miembro del servicio correr por el pasillo y abrir. Un breve murmullo, una breve conversación. Y después, alguien que llama a nuestra puerta. Es Enzo, que trae una jaula con un pequeño pájaro dentro. La mantiene lejos de él. De pequeño una gallina le picoteó los tobillos y ahora le tiene pánico a cualquier ave.
—Es para la señorita Lucrecia, señora Fanucci. De parte del señor Alesso Luciano.
—¿Para mí? ¿De verdad? ¡Para mí! ¡Mira madre!
Lucrecia grita, y el pobre pajarillo aletea sin tener un sitio a dónde huir. Mi madre junta las manos, encantada.
—¿No es un detalle precioso? Ese chico sí que vale. Sabe que para que una esposa sea feliz... Su familia también debe serlo.
ESTÁS LEYENDO
Sienna
Historical FictionEl carnaval ha comenzado en Venecia y las madres de las grandes familias de la ciudad buscan pretendientes para sus hijas. La señora Fanucci está convencida de conseguir un matrimonio ventajoso para su hija Sienna antes de que termine la temporada...