Capítulo 24

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Mi madre no llama antes de entrar.

—¡Es más de medio día! ¿Qué le pasa a todos mis hijos? ¿Es que sois animales nocturnos?

Aparta las cortinas, e intentando esconderme de la luz, me cubro con las sábanas y descubro con agrado que todavía huelen a Mattia. Se marchó hace horas, con las primeras luces del alba, cuando todavía era seguro.

—Espabila, Sienna. Hay visita.

Miro a mi madre.

—¿Qué clase de visita?

—Las Boni y las Manna están aquí.

—¿Por qué?

—Las he invitado a tomar el té. Quiero que me ayuden con los detalles del baile, ya que veo que mi hija mayor no muestra ningún tipo de interés. Como con todo, por supuesto.

—Lucrecia estará encantada de ayudarte, estoy segura.

—Y yo también lo estoy, pero este baile es para ti, querida. Para que brilles tú. Dentro de unos años, ella tendrá esa misma oportunidad.

Pongo los ojos en blanco.

—¿Por qué es necesario que celebremos un baile?

—Porque es una oportunidad única de ser protagonistas. Además, ya hemos esperado bastante. ¡Incluso los Trentino se nos han adelantado! Venga, vamos, ¿a qué esperas? ¿Por qué sigues en la cama?

Ni siquiera me deja limpiarme la cara. Chasquea los dedos, y apartando las sábanas, me obliga a levantarme y a cubrirme con una bata. No he terminado de ponerme las zapatillas cuando ya me está empujando escaleras abajo.

Solo hay dos familias a las que mi madre permite recibir en ropa de dormir, y esas afortunadas son las que ahora mismo toman té en el salón.

—¡La bella durmiente por fin se ha despertado de su sueño eterno!

Livia se ríe, y el sonido de su carcajada resuena por todo el salón.

—¿Qué pasa? ¿Es qué ahora te unes a las escapadas nocturnas de tu hermano? ¿Por eso duermes tanto?

—¡Livia Manna! – le regaña mi madre – Sienna no hace esa clase de cosas. Es una señorita y una dama.

—Seguro que sí.

Me sonríe, burlona, y luego toma un poco de té. Le falta azúcar, así que le echa un terrón usando una cuchara de porcelana. Mi madre ha sacado su vajilla preferida, la que tiene flores, y alrededor de la mesa hay muestras de tela, de flores y de pintura. Mientras comentan dos estampados distintos, yo me hago un ovillo en uno de los sillones, y apropiándome de una de las bandejas de pastas, como una tras otra mientras las escucho charlar. Del baile y de la sociedad. De nada, e inevitablemente, de todo.

«He escuchado que la joven Ferri ya tiene más de un pretendiente... Creo que su madre tomó una buena decisión presentándola en sociedad este año.»

«Creo que este color le quedaría muy bien a los manteles... Tú que crees, ¿Sienna? ¿Lucrecia? Me gustaría saber vuestra opinión.»

«Yo he escuchado que la señorita Ferri estaba esperando de que... ¡Que rabia! No puedo recordar su nombre... Bueno, que estaba esperando que, llamémoslo A, le pidiera la mano, y al final resulta que A, se ha declarado a su hermana.»

«¿Y qué hay de Bergamaschi? ¿Va a conseguir su madre casarlo alguna vez?»

«¡Estas flores son estupendas! Deberías elegirlas para los centros.»

SiennaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora