Si hay algo que disfruta la clase pudiente veneciana por encima del té, los chismorreos, los paseos en góndola y el carnaval, eso son las bodas. ¡Día de dicha! ¡Día de alegría! Como por arte de magia se olvida todo, desde las pequeñas desavenencias, pasando por los grandes rumores, hasta los rencores más profundos. Todos quieren ser partícipes de un evento tan emocionante y tan feliz. Todos quieren estar allí para presenciarlo. Y todos quieren opinar, por supuesto. Los venecianos tienen esa facilidad de opinión sobre temas que ni siquiera les competen. La señora La Duca, que lleva muchos años aquí, no acepta ninguna visita en su casa desde que se anunció la fecha de la boda de su hijo. No me sorprende que haya cerrado a cal y canto todas las puertas de su casa para evitar visitas inesperadas de señoras que quieren darle su opinión sobre las flores que debe utilizar o el color de las servilletas. Pero su hijo no puede encerrarse. Debe salir a hacer las labores diarias o a pasear junto a su prometida. Así que cuando los ven, las señoras más ancianas les interceptan y les dicen su habitual retahíla de refranes populares. Mis preferidos son:
«Recordad, jóvenes: en boda lluviosa... ¡Novia llorosa!»
«¡No es así! Es boda lluviosa, ¡novia dichosa!»
«Y recuerden también eso que dicen... El que se enfada en la boda, la pierde toda.»
Los veo la tarde después de que llegue nuestra invitación. Me dirijo a casa de tía Licia con una cesta en la que llevo una tarta de moras. Es su tarta preferida, y todavía no he tenido la oportunidad de agradecerle su ayuda. Entre un montoncito de cabezas canosas veo a Favio La Duca, notablemente más alto que ellas y buscando una escapatoria. Va del brazo de su prometida, que intenta dar las gracias a todas las ancianas que se han acercado. Cuando me ve me sigue con la mirada hasta que doblo la esquina y desaparezco. Y cuando cojo aire, llenando mis pulmones hasta casi extenuar, con el aroma de las flores que se amontonan en un puestecillo junto al que paso... Qué bien me siento al saber que no soy yo la que va de su brazo. Casi quiero reírme. ¡Casarme con Favio La Duca! ¿Ha existido, en la historia de las malas decisiones, alguna peor que esa? Ay, las bodas... ¡Las bodas! ¡Cómo le gustan a los venecianos las bodas! Niños vestidos como muñecos, palomas blancas, y la promesa de un futuro de unidad y amor...
Justo antes de presentarme en sociedad mi madre aprovechó una tarde de invierno aburrida junto a la chimenea para explicarme que, en la mayoría de las ocasiones, el amor llega después y no antes del matrimonio. Mi madre tiene esa mala costumbre de hablar de cosas incómodas en momentos muy poco apropiados.
«Ahora que están tan de moda esos libros románticos que los padres compran a sus hijas para mantenerlas entretenidas... Debo advertirte de que ese amor de literatura no existe, Sienna. »
«Ay, madre, ¿y esto a que viene ahora?»
«Solo intento que no te hagas falsas ilusiones. ¡En el papel todo es tan romántico! ¡Tan profundo! ¡Tan febril! Pero esa clase de amor no existe. El corazón desbocado, la necesidad imperiosa de estar junto al amado... ¡Tonterías! El amor es la relación de cariño y respeto que se forja en el día a día de un matrimonio, en la intimidad de un hogar. Y no aparece de un día para otro. Aparece con los años. Con el tiempo. Ese es el verdadero amor.»
«A mí eso me suena a mera costumbre, madre, no a amor...»
¡Qué estúpido me resultó escuchar aquello! Pero después, con el tiempo, cuando me presentaron en sociedad y los muchachos se acercaban para charlar yo no sentía nada. Ni un rubor, ni mi corazón latiendo más deprisa. ¿Y si mi madre tenía razón? No, imposible. Lo había visto. En otras chicas. Decir cosas estúpidas y luego salir corriendo, intentando huir presas de la vergüenza. Hacer cosas insensatas, imprudentes. ¡Fugarse con el servicio! ¡Quedarse embarazada! Así que no, mi madre no podía tener razón. Nunca creí en la versión triste y melancólica que mi madre tiene del amor, pero reconozco que empecé a dudar de que alguna vez fuese a sentir algo similar al deseo de estar con alguien para siempre.
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Sienna
Historical FictionEl carnaval ha comenzado en Venecia y las madres de las grandes familias de la ciudad buscan pretendientes para sus hijas. La señora Fanucci está convencida de conseguir un matrimonio ventajoso para su hija Sienna antes de que termine la temporada...