Cap 25: Lo olvidé

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Leo

Pongo las cosas en el carrito de supermercado, Matheo era quién siempre hacía esto, pero hoy en la mañana lo llamaron de la oficina y le dijeron que lo necesitaban por allá y salió corriendo, y no quedaba nada en casa como para esperar a que él comprara así que me tocó a mí. No sé qué es lo que compra Matheo usualmente así que la mayoría de cosas que pongo en el carrito las elijo al azar.

Cargar las bolsas hasta casa me cansa ya que creo que compré más de la cuenta. Al llegar a la puerta de mi departamento me sorprende encontrar a Diego parado allí.

—Déjame ayudarte —dice caminando hasta mí y tomando las bolsas.

Saco las llaves de mi bolsillo y abro la puerta, entro en la casa y Diego entra detrás de mí dejando las bolsas en la encimera.

—Lo siento por venir sin avisar —dice volteándose, tiene unas ojeras terribles y sus ojos se ven rojos e hinchados.

Me acerco a él y acuno si mejilla en mi mano, lo observo. Sus ojos se cristalizan y su expresión se ve muy apagada.

—¿Qué pasa? —pregunto con preocupación ya que por su mejilla cae una lágrima contenida.

—Peleé con Sam —dice en un suspiro.

—¿Qué pasó? —pregunto secando sus lágrimas con mi pulgar.

—No he estado haciendo las cosas bien. —Mi entrecejo se frunce.

—¿Qué quieres decir? —Por un momento pienso que la engañó.

—Anoche, al volver a casa, volví a consumir. Mis nervios se dispararon y peleé con ella, le grité y le dije cosas horribles, cosas que no se merecía que le dijera.

Cuando Matheo se fue comenzamos a hablar más seguido y un día entre charlas tristes él me contó esto, por eso lo dice con tanta libertad. Prometí no juzgarlo, y él prometió lo mismo con mis secretos, prometimos contarnos todo, pero hay sólo un secreto que no le he contado, un secreto que solo una persona sabe.

—Cualquiera puede recaer, lo importante es que te arrepientes, debes mostrarle ese arrepentimiento —digo con la voz suave.

—Quiero un tarro de helado. —Yo sonrío y meto la mano en la bolsa y de ésta saco un pote de helado, él sonríe y asiente.

Nos ponemos a ver una película comiendo helado.

Aún queda la mitad del helado y Diego se ve mejor que cuando llegó.

—¿Crees que puedes arreglar las cosas con Sam? —pregunto mirándolo y él suelta un suspiro y apoya su cabeza en mi hombro.

—Creo que quizá fui un poco impulsivo o quizá sólo quería venir a verte —dice viendo la película— Desde que Matheo llegó ya no nos vemos, extraño verte llorar —dice y yo suelto una risita.

—Deberías arreglar las cosas con Sam, dile que te arrepientes en serio de lo que le dijiste, deberías hablar de tus secretos con ella, sé que puede entenderte.

—Tienes razón —dice levantándose de mi hombro y mirándome, se ve mas seguro—. Necesito tomar fuerzas.

—¡Una hamburguesa grasienta! -—gitamos al unísono.

Establecimos eso como una forma de tomar valor y sentirse mejor. Cada que uno de los dos se siente triste comemos una hamburguesa grasienta y eso nos hace sentir mejor.

Nos levantamos del sofá y salimos de la casa decididos a comer una hamburguesa grasienta.

A la vuelta de mi casa hay un carrito de hamburguesas, siempre comemos en ese, es "Nuestro carrito de hamburguesas grasienta"

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora