Cap 9: Escapar.

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Matheo

Huir, correr, escapar.

Era lo único que se repetía en mi cabeza cada vez que apretaba el acelerador de la moto, podía sentir el frio viento de la madrugada abrazandome mientras iba más rápido alejándome de todo.

Encontré una plaza después de estar una hora conduciendo, me senté en una banca de las que habían allí, aún todas las sensaciones seguían ahí, ardiendo en mi pecho, el olor de su cabello mi brazo enrollado en su cintura, mi corazón acelerándose sin razón.

Me desperté a las 3 de la madrugada con Leo entre mis brazos, estaba de espaldas a mí, mi pecho recibiendo el calor de su espalda, el olor de su cabello, de su cuerpo, era como un ángel.

Los recuerdos de la noche anterior martilleando mi mente, la llevé a mi habitación, había visto la fotografía de Helena, le había hablado de Helena, jamás le había hablado a una chica de Helena.

Creo que fue eso lo que más me asusto, sentir genuina confianza.

Yo no era una persona con mucha paciencia, nunca lo había sido, y creía que nunca lo sería, hasta que me di cuenta de que Leo podría llamarme mil veces y yo me devolvería a ver que quería, y eso me estaba consumiendo, por eso decidí huir, ella será mi perdición.

¿Qué me estaba pasando?

Llevaba horas sentado en la plaza y ya me había fumado una cajetilla entera de cigarros, veía como el sol comenzaba a asomarse, ahuyentando al frio de madrugada, deben ser como las 5 de la mañana, Leo debe estar dormida, impregnando mi cama de su olor.

Me levanté de la banca y tomé mi moto, me subí y comencé a conducir otra vez, necesitaba hablar de esto con alguien, pensé en Mike pero él no lo entendería, además le tiene ganas a Leo, cosa que me pone los pelos de punta, cosa que me me hace preguntarme una y otra vez ¿Qué me pasa?.

Conduje hasta la casa de Diego, era el único que podría ayudarme con esto.

Al llegar a la imponente entrada, toqué el sitofono, la voz de Alberto, el hombre que cuidaba la entrada sonó diciendo— Nombre y apellido, para ver si está su nombre en la lista de invitados habituales.

—Matheo Pelletier.

—¡Matheo! —dijo con emoción, Alberto me conocía desde pequeño— ¿Qué haces por aquí a estas horas? ¿pasó algo?

—No, no solo vine a hablar con Diego.

Seguido de eso el portón se comenzó a abrir, entré y estacioné la moto a un lado de la puerta y comencé a golpear con fuerza la entrada para que Diego abriera.

Luego de un rato golpeando la puerta un sobnoliento Diego apareció en la entrada.

—¿Tienes la mínima idea de que horas son? —dijo mientras le pasaba por el lado y me iba directo al sofá de su sala.

—Tengo que hablar con alguien —dije sentado sobre el sofá con la cabeza hacia atrás, y la mirada fija en alguna parte muy interesante del techo.

Diego se sentó a un lado de mí— Empieza entonces.

—Conoces a Leo, la conociste el otro dia -solté un suspiro— Ayer fui a una fiesta de un amigo, me bebí una cerveza, normal, me encontré a una rubia de piernas largas muy bonita, me la llevé al baño, me la iba a follar, nos estábamos besando cuando, sin previo aviso la puerta se abrió, entonces veo a Leo con cara de trauma parada ahí, cerró la puerta pidiendo disculpas y se fue, la rubia quería seguir en lo que estábamos, pero ella ya no me parecía interesante, sobre todo después de ver a Leo, se veía como una puta diosa.

Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora