Matheo
Entro en la habitación de Leo en silencio, ella se encuentra de espaldas a mí, tiene los brazos como jarras y mira algo en su pizarra con mucha atención.
Está pensando.
Han habido muchos días en los que la encuantro así. Yo me apoyo en el marco de la puerta mientras le doy un sorbo a mi lata de coca cola.
Podría hacer un ruido y probablemente ella no notaría que yo estoy aquí. Leo tiene un tipo de concentración que yo jamás había visto ni mucho menos experimentado.
Puede pasarse días enteros mirando esa pizarra y quemándose las neuronas pensando en M.
A veces es preocupante, pero luego de te das cuenta de que le hace bien gastar el tiempo conectando puntos y pensar una y otra vez en un mismo tema.
Tomo un suspiro y dejando la lata en su escritorio camino hasta ella. Me acerco por su espalda y rodeo su cintura ella se sobresalta saliendo de su ensimismamiento y suelta una risita cuando empiezo a besar su cuello con suavidad.
Su corto cabello se encuentra en un moño desordenado hay algunos cabellos que se la escapan en la parte de la nuca, ella suspira y se remueve un poco entre mis brazos poniéndose cómoda.
—¿Por qué buscas a M? —pregunto y ella suspira pensando en la respuesta.
—No busco a M —dice ella y eso hace que mi ceño se frunza.
—¿Entonces? —pregunto sin entender.
—Esta persona mata a personas como mi padre, como el asesino de tu hermana, ¿Por qué buscar a M? ¿Para felicitarla? ¿Un apretón de manos? —pregunta ella irónica—. M hace el trabajo que nadie se atreve a hacer, no la busco, sigo su trabajo y las opiniones que la rodean, porque en cierto punto la admiro.
—Tu lista de gente a la que admiras es bastante extraña —digo y ella se ríe y se voltea quedando cara a cara.
La observo y pienso que será imposible separarme de ella, de sus ojos, de su calor, de su sonrisa, de su olor a chocolate y vainilla que es tan embriagante.
—¿Pasa algo? —pregunta ella observándome con atención.
—Vine a buscarte para que te tomes un recreo, aun nos quedan dos temporadas de the walking dead, y en la despensa hay unos fideos instantáneos picantes —digo subiendo y bajando las cejas, ella me sonríe.
—Me parece bien, pero los fideos los haremos en ollas diferentes —dice ella pasando por mi lado—. Hoy no comerás más de lo que debes —dice comenzando a correr por el pasillo hasta la cocina, yo me río de ella.
Entro en la cocina y pongo dos ollas con agua en la cocina y enciendo el fuego esperando a que el agua hierva.
Me volteo y observo a Leo, quien está sentada en la encimera observándome con los ojos oscurecidos y el labio inferior entre sus dientes. Yo esbozo una sonrisa socarrona y me pongo entre sus piernas.
Paso mis manos por sus muslos, ella me sonríe aun con el labio entre sus dientes y toma un suspiro cuando llego a su cadera, la acerco a mí y ella pega su pecho al mío.
—Me excita verte cocinar —dice sonriendo con timidez.
—Te excita verme hacer lo que sea —me burlo de ella.
—Se va a quemar el agua —dice ella sonriéndome.
Yo me abalanzó sobre ella y le robo un corto beso, ella persigue mis labios y profundiza el beso. Aprieto sus caderas sintiendo el deseo de no parar en mi pecho, pero logro separarme de ella. Leo me mira con los ojos oscurecidos y la respiración agitada.
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Ángeles y Demonios
RomanceClaramente el dicho "No juzgues un libro por su portada" solo aplica a libros y no personas. Lo entendí el día que los conocí, tan bonito y agradable, por fuera, tan oscuro y misterioso por dentro. Definitivamente una cara de ángel puede ocultar a u...