Nos paramos frente a la imponente y arrogante mansión de Mike. La música se escucha hasta afuera. Hace algunas horas Mike me llamó y me dijo que haría una fiesta y que invitara a Matheo también, y aquí estamos.
Caminamos hacia la entrada y abrimos la puerta empujándola un poco, dentro de la casa la música se escucha más fuerte. En las escaleras hay gente durmiendo o besuqueándose también hay gente tan ebria que no se puede levantar.
La casa está destrozada, las decoraciones que vi la ultima vez que vine están tiradas por el suelo, las cortinas están sucias y el suelo de mármol blanco se ve del color del ron como si hubiera caído un liquido en él.
Claramente esta fiesta no empezó hoy, claramente esta fiesta empezó hace días. Nos metemos en la sala en donde hay gente bailando, Matheo me entrega un shot y yo me lo bebo.
—¿Quieres bailar? —pregunta Matheo en mi oído.
La sensación del alcohol quemando mi garganta y la sensación del aliento caliente de Matheo en mi cuello me produce un escalofrío y accedo a bailar.
Me pego a su cuerpo poniendo mis brazos en su cuello comenzando a moverme el ritmo de la música frotándome con su cuerpo aumentando la sensación de calor. Me volteo y froto mi trasero contra su entrepierna provocandolo.
Matheo agarra mis caderas con fuerza incrustando sus dedos en mi carne enviando una descarga eléctrica por todo mi cuerpo.
—Si sigues moviéndote así no me quedará mas remedio que follarte aquí mismo —dice en un gruñido en mi oído.
—Quizás quiero eso Matheo —digo en un susurro seductor.
—Vamos a buscar a los chicos —dice sacándome de la pista.
Salimos de la casa saliendo al patio trasero en donde hay gente sentada en los sofas, entre esos, Diego y Sam. Nos acercamos y yo me siento en el regazo de Matheo ya que en el sofá en el que están Sam y Diego hay más persona.
—¿Qué tal chicos? ¿Acaban de llegar? —pregunta Sam.
—Llegamos hace unos minutos, nos pusimos a bailar y se nos olvidó todo —digo con una sonrisita, Matheo agarra con fuerza mis caderas haciéndome sentir su erección.
Sam y Diego comienzan a hablar con las demás personas sentados con ellos y Matheo sigue jugando con mi deseo agarrando mis caderas y pasando sus manos por mis piernas. Mi respiración se agita y mi pulso es más rápido.
—Matheo, estoy caliente —digo en su oído cuando ya no soporto el calor.
—Busquemos un lugar —me dice Matheo.
—Quiero hacerlo aquí —digo en un susurro, Matheo esboza una sonrisa.
—No podemos tener sexo aquí, reina.
Que me llame así me pone.
—Quiero... —jadeo en su oído sin poder contenerlo.
—¿Qué quieres? —pregunta Matheo en un tono seductor y ronco en mi oído que hace a mis pezones ponerse en punta.
—Quiero frotarme... —digo casi en un gemido, en sus labiso crece una sonrisa— con tu pierna —Matheo bufa.
—Eres una sucia —se burla de mí.
—Matheo —me quejo y el sonríe más y toma una de mis piernas y la separa que su pierna quede justo en medio de las mías.
—A ver qué haces bonita —dice moviendo su pierna casi haciéndome soltar un gemido.
Muerdo mi labio inferior y apoyo mis codos sobre la mesa, comienzo a mover mis caders contra su piernas sintiéndome cada vez más satisfecha con la fricción.
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Ángeles y Demonios
RomansaClaramente el dicho "No juzgues un libro por su portada" solo aplica a libros y no personas. Lo entendí el día que los conocí, tan bonito y agradable, por fuera, tan oscuro y misterioso por dentro. Definitivamente una cara de ángel puede ocultar a u...