✰Capítulo 16✰

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ARIADNA

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ARIADNA

Nos alejamos del campus y Leone no soltó mi mano en todo el trayecto. 

No habíamos ido muy lejos, se trataba de un espacio al aire libre. Me llevó hacia una pequeña colina a la cual ascendimos a paso lento. Desde la cima se observaba gran parte de la universidad y de la ciudad; como era de noche, muchas luces brillaban alrededor. 

Y ni hablar del cielo, desde ahí las estrellas se notaban más. Me sentía en la cima del mundo. Nos encontrábamos solos, a excepción de la luna que nos acompañaba.

—¿Y bien?— Leone captó mi atención. Soltó mi mano y dio unos pasos hacia adelante mirando al cielo.

—Es hermoso— me dolían las mejillas de tanto sonreír—. ¿Cómo conoces este lugar?

—Lo descubrí cuando regresé y me mudé a España, ahora es mi lugar favorito. A veces vengo aquí para pensar o cuando quiero estar solo— se sentó en la grama y me invitó a que me sentara junto a él.

Acepté su invitación.

—¿No le has mostrado este lugar a nadie más?

—No— comenzó a arrancar trocitos de hierba y a lanzarlas al vacío—. Tú eres la primera persona a la que se lo muestro— me lanzó una mirada cargada de sentimientos que no pude interpretar.

Fijé mi vista en él cuando lo escuché decir eso, después miré hacia otro lado con nerviosismo.

—Creo que ahora también será mi lugar favorito— manifesté con la vista al frente.

De reojo vi que sonreía.

—¿Te sientes feliz?— me preguntó luego de unos segundos de completo silencio.

—Más que feliz. Me siento afortunada de tenerlos como amigos.

—Y a mí me hace feliz que te sientas así. Ahora que ya estamos aquí, quiero mostrarte tu regalo— se levantó de pronto y desapareció entre los arbustos.

No mucho tiempo después, apareció de nuevo con una guitarra en la mano. La había escondido cerca porque no tardó tanto en regresar. Se volvió a sentar, esta vez frente a mí.

—¿Y eso?— no comprendía lo qué pretendía hacer.

—Ahora lo vas a saber.

Leone comenzó a tocar unos acordes en su guitarra que se me hacían muy conocidos, y poco a poco fui identificando la melodía que estaba escuchando. Era la canción que había escrito y que me había cantado el día del incidente en la universidad. Solo que ahora ya estaba terminada. 

Y era para mí. La había escrito para mí. 

Nunca antes alguien había hecho eso por mí, y no podía explicar lo emocionada que me sentía por ello. Dejé que terminara de cantar para comentar algo sobre la canción, pero me costó mucho quedarme callada cuando recitó una estrofa que me llegó al corazón.

Estrellas de Neón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora