✰Capítulo 39✰

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ARIADNA

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ARIADNA

Llevaba varias noches sin dormir. De Leone no tenía noticias nuevas, su estado seguía siendo el mismo. Y yo aún no había podido verlo, lo intenté un par de veces, pero no me lo permitieron. 

Sentía que estaba enloqueciendo, las noches de insomnio se habían convertido en noches de pesadillas. Había pasado una semana y no hubo un solo día en el que Xander no apareciera en mis sueños. Sueños que provocaban que me levantara de la cama, sudando y con lágrimas en los ojos. Su muerte era cada vez más real y más dolorosa.

Durante el día me sentía atrapada, como si me estuviese asfixiando y no encontrase la salida. Creía que en la noche sería diferente porque al menos dormiría y me encontraría en un estado inconsciente. 

Pero era incluso peor. 

Veía a Xander todo el tiempo y cuando trataba de hablar con él y de abrazarlo, se esfumaba como si nunca hubiese estado allí. Trataba de gritar, pero mi voz salía ahogada, como si mis cuerdas vocales no pudiesen emitir ningún sonido. No entendía qué era lo que mis sueños trataban de decirme, solo quería que pararan. Solo quería dejar de sufrir.

Una semana y mi madre todavía no lo había asimilado, y no había vuelto a hablar conmigo desde el entierro de mi hermano. Se sentaba frente a la ventana de la sala y se quedaba horas ahí sin mostrar ninguna emoción. 

Y durante la noche entraba al cuarto de Xander y lloraba sobre su cama, abrazando y estrujando su ropa con un gran desconsuelo. No permitía que nadie más entrase aparte de ella. Una vez lo intenté y me sacó casi de un tirón. Estaba destrozada y la depresión volvió a aparecer en ella.

Sabía lo difícil que sería vivir ese proceso, y esperaba que mi mamá no desfalleciera en el intento. Comprendía muy bien lo que estaba sintiendo. Con la muerte de mi hermano conocí lo que era la verdadera depresión. 

Yo también sentía como si cada día me arrancasen un trozo de piel y pensaba que la vida ya no tenía sentido, justo como debió sentirse mi madre. Estábamos solas y éramos nuestro único consuelo, y aunque no nos hubiésemos dirigido la palabra en días, cada una fue el soporte de la otra.

Durante todo ese tiempo Tobby no regresó a la casa, lo estuve esperando, pero nunca apareció. Quise ir por él, pero al llegar a la entrada del cementerio, no fui capaz de poner un pie adentro. Era como si me recordase todo lo que había pasado y sentía como si eso me quemase todo el cuerpo. 

Sabía que Tobby seguía ahí, y lo confirmé cuando días después intenté buscarlo de nuevo, esa vez estaba a punto de entrar. No fue necesario porque fue él mismo quien decidió salir a saludar. Creía que iba a regresar conmigo; no obstante, volvió adentro y se quedó allí unos días más. No quise insistir, sabía que necesitaba tiempo para asimilarlo. 

Así que lo dejé pasar, solo me aseguré de que tuviese comida suficiente para que no muriese de hambre, aunque al principio no quisiera comer.

Iba a verlo de vez en cuando, pero seguía sin entrar y sin visitar la tumba de mi hermano. Todavía no estaba preparada para eso. Quien tampoco estaba preparada para ello era Sofía. No la había visto durante dos semanas y comenzaba a preocuparme. 

Estrellas de Neón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora