✰Capítulo 28✰

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LEONE

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LEONE

La convivencia con mi madre era cada vez más insostenible. Ahora no solo me reprochaba lo de la universidad, también criticaba la relación que tenía con Ariadna. 

Hacía malos comentarios sobre ella, comentarios que eran despectivos a mi punto de vista. No sabía si lo hacía porque de verdad le molestaba que tuviese otra relación y que olvidase a Gianna, cosa que no era así, o si solo era una excusa para echarme en cara que todo lo que hacía por mi cuenta estaba mal. 

No estaba de acuerdo con que viviera mi propia vida, quería que le obedeciera en todo y que siguiera sus pasos. Pero tenía que entender que yo no era como ella, que quería tomar mis propias decisiones y que lo haría le gustara o no.

Traté de apresurar el proyecto en el que estaba trabajando porque ya no podía seguir más tiempo con ellos. Pasaba fuera de casa todo el día y regresaba hasta en la noche, a la hora de dormir. Si ya no tenía nada que hacer, buscaba un café o un parque para distraerme un rato o para hablar con Ariadna. 

No le había contado sobre lo que había hablado con mi madre, no quería hacerla sentir mal, aunque lo haría de todos modos porque no podía ocultárselo. Pero sería hasta que regresara a España. Si antes no quería acompañarme a conocer a mis padres, ahora menos querría. 

Nunca imaginé que mi mamá reaccionaría de esa forma.

Por suerte, pude terminar el trabajo antes de lo acordado, así que ya podía regresar. Organicé rápidamente todas mis cosas en la valija para salir cuanto antes de esa casa. Y aunque no quisiera, tenía que despedirme de mi madre, pero fue ella la que no quiso despedirse. 

Mi papá me repitió que solo estaba enojada y que se le pasaría. Yo sentía que no se le pasaría jamás, ya que nunca habíamos estado tanto tiempo enfadados y sin hablar. Debo admitir que me dolió un poco su comportamiento, y hubiese querido que aceptara que no todo podía ser como ella quería. 

También me sentía mal por mi hermana, ella quería pasar más tiempo conmigo y me extrañaba mucho, así como yo a ella. Aun así, no podía quedarme porque no me apetecía seguir discutiendo por cosas sin sentido. 

Era una lástima que mi mamá y yo nunca llegásemos a estar de acuerdo en nada. Y había perdido la esperanza de que algún día eso cambiara. Al llegar a España, fui a buscar a Ariadna, tenía muchos deseos de verla y de conversar con ella.

Imaginé que se encontraría en la residencia y así fue. Por eso fui directo hacia allí, ni siquiera le llamé para informarle que iba de camino a su dormitorio.

—Tenía tantas ganas de verte y abrazarte— hablé sobre su hombro. Ni bien había abierto la puerta cuando me lancé a sus brazos y la abracé fuerte.

—Yo también, ¿pero por qué no me avisaste que ya venías? Quedamos en que iría por ti al aeropuerto— cerró la puerta de la habitación tras de sí.

Estrellas de Neón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora