Encuentro fortuito

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Camino rápidamente por las calles de Madrid, intentando llegar al edificio donde se ubica la oficina de Adrián Doran.

Ayer encontré el email de su mánager, junto con la dirección de donde se encuentra su oficina.

Entro en el edificio, y camino rápidamente hacia el ascensor.

En internet ponía que se encuentra en la planta tres, así que marco el número correspondiente, esperando que se eleve hasta donde estará la oficina.

Cuando se abre el ascensor. Camino por el pasillo iluminado, buscando el nombre de Adrián en las placas metálicas que hay en cada puerta.

—¿Buscas algo? —Doy un respingo y me doy la vuelta encontrándome con una mujer rubia, que lleva un elegante traje, de falda.

—Busco a Adrián Doran. —Digo recuperando la compostura. Ella se pone a caminar por delante de mí, hasta llegar a un escritorio. Se sienta y teclea algo en su ordenador.

—¿Tienes cita? —Pregunta elevando la mirada para mirarme. Me muerdo el labio.

—Necesito hablar con él. —Le doy un golpe al suelo con el zapato, para parecer impaciente.

—Lo siento sin cita no puedes entrar.

—Es importante, es con relación a su representado, Lucas Ribeltta. —Esta cuando oye su nombre le cambia la cara, se pone alerta. Vaya sí que produce efecto el nombre de este chico.

—¿Y de qué se trata? —Pregunta curiosa.

—Nada que ahora mismo le incuba a usted. Es vital que hable con él. —Ella baja la mirada hacia el ordenador y la vuelve a subir hacia mí.

—Está reunido ahora mismo. —Dice insegura.

—Serán cinco minutos. —Miento.

—Ya... Pero no puedes interrumpir su reunión. —Protesta.

—Será dejarle un papel, e irme. Lo prometo. —Ella frunce los labios, enfundados en rojo.

—Se lo puedo dar yo. —Dice.

—Que va, Lucas me ha dicho que se lo dé a él. —Ella abre los ojos sorprendida.

—¿Lucas te ha dicho qué se lo des? —Pregunta desconfiada. Asiento. —Bueno en ese caso, supongo que no importará mucho que le interrumpas. —Frunzo el ceño sin entenderlo, pero me da igual mientras me deje entrar.—La última puerta a la derecha. —Informa mientras señala el pasillo que tiene a la izquierda. Sonrío satisfecha. Camino por el pasillo a toda prisa, antes de que ella tenga tiempo a informar de mi llegada y Adrián le diga que no me deje entrar. Cuando llego a la puerta doy varios golpes y la abro.

Los dos hombres que hay dentro se dan la vuelta a mirarme.

Lucas Ribeltta.

Él está sentado en la silla que hay delante del escritorio de Adrián.

Lucas frunce el ceño cuando me ve.

—¿Otra vez tú? —Pregunta.

Sonrío, cierro la puerta detrás de mí, y camino hasta llegar a su lado y sin que ninguno me dé permiso me siento en la silla que hay a su lado.

—Solo serán unas pocas preguntas. —Le informo. Y frunce aún más el ceño.

—No. No voy a concederte la entrevista.—Replica. Lo miro.

—¿Por qué no? —Él me atraviesa con sus verdes ojos.

—Si te respondo a la pregunta estaría sometiéndome a un cuestionario, a lo que viene a ser lo mismo que una entrevista. —Frunzo el ceño y resoplo. Miro al hombre que hay detrás del escritorio.

La respuesta no es la huidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora