Estadio.

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Lucas aparca delante del estadio donde semanas atrás estaba disputándose el Real Español contra París.

Mario cuando se baja del coche de Lucas, mira sorprendido y con admiración el gran estadio.

—¿De verdad podemos entrar? —Pregunta volviendo la vista hacia Lucas.

Este asiente, y como señal se pone a caminar hacia la puerta trasera.

Cuando estamos dentro, en el césped. Mario suspira alucinando.

—Si mamá se enterará... —Suspira, mirando a su alrededor como si de verdad fuera una estrella del fútbol y la cancha estuviera llena de gente animándole.

Lucas aparece con una pelota y se la pasa. Mario empieza a juguetear con ella.

—A Marta no le digas nada. Me matará. —Le advierto. Marta no quiere que corrompa a su hijo con lo del fútbol, y si se enterara de que estamos en el estadio de Madrid, con Lucas Ribeltta y que estamos incitando a Mario a jugar, se pondría histérica.

—Prometido. No le diré nada a mamá. —Lucas me mira intrigado, queriendo saber de qué hablamos.

—Mi hermana no soporta el fútbol, no quiere que corrompa a su hijo. —Lucas frunce el ceño en señal de desacuerdo.

—¿Tú qué piensas de eso, campeón? —Le pregunta a Mario que sigue jugando con la pelota.

—No me gusta. Quiero jugar al fútbol. Me gusta el fútbol. Quiero ser como tú. —Le dice. Lucas sonríe con ternura.

Me muerdo el labio, para no sonreír con afecto.

Lucas es realmente tierno cuando quiere, totalmente diferente al chico que conocí hace unas semanas, cuando solo me replicó que no quería hacer la entrevista.

—Siempre que quieras, puedes escaparte y acercarte a la ciudad deportiva, cuando tenga un rato libre, puedo hacerte de entrenador. —Le sugiere. Mario, deja caer la pelota que tenía entre las manos y le mira asombrado.

—¿De verdad? —Pregunta emocionado. Lucas asiente.

—No tienes porque hacerlo. —Me entrometo.

—No me importa. Sé lo que es querer jugar al fútbol a cualquier precio. Así que estoy dispuesto a ayudar al chico. —Sonrío con afecto por sus palabras.

—Estás corrompiendo a mi sobrino. Si su madre se da cuenta te matará sin importar que seas el gran Lucas Ribeltta. —Apunto. Lucas se encoge de hombros, sin importarle.

—¿Te parece bien? —Le pregunta a Mario. Éste asiente entusiasmado.

—Gracias Lucas. —Le sonrío.

Lucas le quita importancia con un gesto vago.

Me siento en el banquillo, observo a Lucas mientras le da unos consejos a Mario. Y le enseña diferentes técnicas con el balón.

Aprovecho para traspasar a limpio las anotaciones y diferentes esquemas que he hecho esta mañana sobre el entrenamiento de Lucas.

—Tía Vero, acércate a jugar con nosotros. —Oigo que grita Mario. Levanto la mirada de la libreta que tengo abierta y veo a Lucas parado, con la pelota a sus pies y Mario a su lado, sentado.

Niego con la cabeza.

—Venga, no pierdes nada. —Bufa Lucas. Mario le secunde asintiendo.

—El tiempo. Eso es lo que pierdo. —Me quejo. Lucas se acerca y Mario a su lado. Los miro con desconfianza.
Lucas se abalanza sobre mí y me coge de los brazos inmovilizándome, mientras que el traidor de mi sobrino coge mis cosas y las mete en mi bolso. Lucas envuelve sus brazos a mi alrededor pegando su pecho a mi espalda.

La respuesta no es la huidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora