Reencuentro

1.6K 82 12
                                    

Aparco delante de casa de Sebastián, salgo del coche dando un portazo, y Nikki no tarda en pronunciarse detrás de mí.

—Lucas, por favor, piensa en lo que estás a punto de hacer, si él no la tiene se va a vengar... Piensa en la prensa cuando sepa esto, van a sacarte los ojos, vas a destrozar tu reputación para nada. —Me detengo enfadado y la enfrento.

—¿Para nada? ¿Eso es para ti Verónica? —Replico arqueando las cejas, Nikki resopla enfadada.

—Sabes perfectamente que eso es lo que no quería decir, me refiero a que hay muy pocas posibilidades de que sea Sebastián quien la tenga, y si tengo razón y no la tiene vas a destrozar tu vida, Lucas. —Me reprende.

—Bien, pues pienso lidiar con las consecuencias. —Respondo mientras le doy varios golpes a la puerta principal de la casa donde vive ese hijo de puta.

Nadie me contesta, por lo que sigo golpeando la puerta hasta que oigo pasos acelerados y alguien abre la puerta de golpe.

—¿Qué cojones...? — Comenta alguien enfadado. No le da tiempo siquiera a procesarlo cuando lo cojo del cuello y le estampo contra la pared.

—¿Dónde está? —Le grito enfadado. Sebastián frunce el ceño, y parece procesar sobre quien lo tiene cogido de esta forma.

—¿De qué cojones hablas, gilipollas? —Me espeta intentando deshacerse de mi agarre, pero no lo permito y lo refuerzo con fuerza sobre su cuello haciéndolo difícil la simple tarea de poder respirar.

—No te hagas el que no sabe, sabes de quien hablo. —Le espeto cada segundo más enfadado.

—Lucas, suéltale. —Nikki se interpone entre los dos, y pone sus manos sobre las mías para que suelte la camiseta de este animal. —Te he dicho que no la tiene él. —Me dice calmándome, aflojo mi agarre de su cuello, pero no le suelto ni de lejos.

—Sé que la tienes. —Le replico con rabia. Sebastián frunce el ceño.

—¿Hablas de Verónica? —Pregunta y parece bastante sorprendido.

—No me jodas. —Le replico. —Sabes perfectamente de quien hablo. —Le respondo bastante enfadado.

—¿Le ha pasado algo? —Pregunta, pero esta vez no me mira a mí, mira a mi hermana, supongo que piensa que ella le responderá antes que yo.

—Ha desaparecido. —Le explica Nikki.

—No se lo cuentes, si ya lo sabe. —Grito indignado.

—Suéltalo Lucas, vámonos. —Me dice mi hermana poniendo fuerza sobre mis manos que siguen sobre el cuello de la camiseta de Sebastián.

Él sigue con la mirada clavada en la mía y realmente parece inocente, solo lo parece, no digo que lo sea.

Lo suelto de golpe haciendo que no se lo espere y que termine en el suelo.

—Volveré a por ti. —Le amenazo, ni por un momento dejo de creer en su culpabilidad.

Cuando mi cuerpo se destensa y la adrenalina fluye fuera de mi cuerpo poco a poco reparo en un pequeño detalle.

Un detalle que esté impregnado en toda la ropa de Sebastián.

Un olor que me hizo pensar en ella desde el primer momento en que la conocí, el que hizo que no pudiera dejar de sentirme atraído por ella.

El perfume de Verónica.

—Hijo de puta. —Grito antes de abalanzarme encima de él y pegarle puñetazos gritándole todo tipo de incoherencias.

De fondo oigo a mi hermana ahogar un chillido asustada, pero no intenta detenerme, supongo que nunca me había visto tan fuera de control, cuando me doy cuenta de que este hijo de puta no me va a decir nada al respecto del paradero de mi chica, le doy una última patada antes de adentrarme en su casa buscándola, él no puede salir por lo que debe tenerla aquí.

—¡Nikki! ¡Llama a la policía! —Le grito antes de dirigirme por un pasillo abriendo puertas. —¿Vero? —Pregunto mientras sigo abriendo todas las puertas a mi paso. Cuando termino y sigo sin ningún rastro de ella me desespero revolviéndome el pelo con frustración y enfado, mucho enfado.

Veo una puerta cerca del salón, la abro encontrándome unas escaleras, supongo rápidamente que bajan al sótano. Las bajo volando buscando cualquier indicio de Verónica.

Miro por todo el sótano desesperado sin verla, me empiezo a desesperar, enfadado le doy una patada a una silla de madera que hay allí que se cae con un gran estruendo, y de reojo veo un pequeño movimiento, me doy la vuelta y hasta que no me acerco que no me doy cuenta que la pequeña mata de pelo que esta arrugada sobre sí misma en una esquina es una persona.

Más que eso, es Verónica.

—¿Vero? —Pregunto en un susurro mientras me arrodillo a su lado, ella levanta la mirada temblorosa, las lágrimas le bajan por las mejillas mientras tiembla.

Veo cardenales en toda su piel expuesta, su labio está sangrando por lo que intuyo que la herida es reciente. La sangre empieza a hervirme, cuando veo su mirada suplicante, cuando la veo temblar asustada cuando levanto la mano para apartarle el pelo de su cara, y como tiembla bajo mi tacto.

Ese animal debe de morir por hacerle semejante atrocidad a una mujer tan preciosa como la que tengo delante.

—Mi amor, soy yo. —Le digo en voz baja, intentando calmar mi rabia para no asustarla más de lo que está. —Estás a salvo, cariño. Amore mio, sono qui con voi* —Le susurro mientras sigo acariciándole el pelo, que le hable en italiano parece tranquilizarla un poco, y parece comprender quien soy, ya que deja de temblar y se relaja bajo mi tacto. Me encantaría abrazarla ahora, pero me da miedo asustarla y que entre en un ataque de pánico o algo parecido.

—Lucas... —Susurra en medio de un sollozo mientras pone su mano fría sobre la mía que sigue sobre su mejilla.

—Shh... Cariño, estoy aquí, estas a salvo. —Ella comprende lo que le digo y asiente varias veces. No sé cuánto tiempo pasamos allí, en la oscuridad remota, mientras le susurro palabras reconfortantes, hasta que un policía nos interrumpe.

—Señor Ribeltta, deje que un médico la vea por favor, usted debe prestar declaración. —Me pide, no quiero separarme de ella, no ahora que ella por fin se ha recostado en mi pecho mientras yo le susurraba.

Dos médicos apartan a Veronica de mí que me mira asustada.

—No te preocupes, no volverás a verle, te lo prometo, estaré contigo. —Le digo, ella entrelaza sus dedos con los míos sin querer separase de mí, por lo que la acompaño fuera de la casa de ese animal sin separar su mano de la mía. 


Amore mio, sono qui con voi*: Amor mío, estoy aquí contigo.

La respuesta no es la huidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora