Wonder

xlviii. see you

❝ para otra ocasión será. ❞

Despertó al cabo de unos minutos, abriendo los ojos con dificultad y observando nada más que una luz alumbrándola a ella, después solo había oscuridad. Así como en las películas de ficción, solo falta que le hagan preguntas y descubra dónde están sus compañeros de pelea.

—De acuerdo.

Una voz se oyó en la oscuridad, haciendo que
enarque una ceja.

—¿Te mostrarás o tienes miedo que te patee en donde más te duele? —su sonrisa cínica haría enojar a cualquiera—. Mis pies no los ataron. —los movió como una niña pequeña.

—Solo cállate un minuto. —el hombre seguía hablando, ahora un poco más tosco y grave para hacerle saber que estaba molesto—. ¿Puedes decirme que diablos haces aquí? Sabrías muy bien que podíamos matarte muy fácil.

—Pues saben mal.

—¿Por qué viniste?

—Le dispararon a mi hermano.

—Deberías ser más específica.

—Jackson Salvatore.

Un silencio profundo se hizo presente.

—¿Eres una Salvatore?

—Sí. —Cassie entrecerró los ojos tratando de descubrir la identidad de su agresor—. Supongo que saben lo que hacemos cuando se meten con los nuestros.

Pronto el hombre comenzó a caminar hacia al frente, acercándose a ella y carcajeándose sin gracia. Pudo apreciar un chico con camisa negra, ajustándose con perfección a su cuerpo cuando entrelazó sus brazos sobre su pecho, tensando la mandíbula mediante se acercaba a la menor.

—Exactamente eso es lo que también hicimos.

—¿A qué te refieres?

—Oh. —rió entre dientes sarcásticamente, haciendo una señal con su mano e inmediatamente dos personas se acercaron con una silla y dejándolo sentarse, posicionándose detrás de él—. ¿Tu papi no te contó?

—¿Mi papi no me contó qué?

—Eso le corresponde decirte a él, pero no debes preocuparte. —se acomodó las mangas de su camisa—. No te haré daño, ahora no.

—Si quieres matarme, adelante, porque la verdad me vale mierda.

Escucho un gritó, —¡Cassie!

—Me vale mierda. —la persona frente a él seguía mirándola con el semblante neutro—. ¿Quién eres?

—Mi nombre es Christopher, mucho gusto. —extendió su mano hasta la altura del pecho de la ojimiel, manteniendo su mirada en sus ojos.

Miró hacia la mano y luego frunció el ceño, notándolo como un acto totalmente ridiculo debido a que sus manos estaban atadas. —¿Dónde está mi novio y mi hermana? ¿Qué les hiciste?

—Oh, ellos están justo aquí.

Otro movimiento de sus manos, hizo que las luces se prendieran, alumbrando absolutamente todo el lugar mostrando hombres con armas alrededor y estaban en una especie de caja metálica. A un costado, las personas por la cuál preguntó estaban igual de amarradas a una silla como ella, solo que sobre sus labios había un pañuelo que les impedía hablar.