Me apetecía salir a correr un rato, me no paraba de dar vueltas sobre mi misma sin conseguir volver a dormir y eran las seis de la mañana. Finalmente levanté el culo de la cama y preparé un desayuno ligero para mí, ya que Marcus seguía durmiendo a pierna suelta.
Busqué las zapatillas por debajo de la cama, ahí estaban olvidadas. Una vez preparada y antes de que se me olvidase, le dejé una nota a Marcus por si acaso se levantaba y no encontraba rastro de mí. No quería que el hombre se volviera loco de preocupación. No obstante, sabía que esta excursión tampoco le iba a gustar nada de nada.
En cuanto pisé la calle, el Sol besó mi piel y casi sentí ganas de quedarme ahí por toda la mañana. La sensación era tan bien recibida por mi cuerpo... tanto tiempo sin salir no era nada recomendable.
Había un parque justo frente del bloque donde estaba el apartamento y fui caminé hacía allí sin ninguna prisa, dejando que el viento matutino me soplase energía.
Comencé a calentar un poco antes de llegar al lugar y de seguido troté suave al entrar en el comienzo del parqué. Poco a poco fui subiendo el ritmo. Ya había recorrido todo el sitio por lo que me pareció un par de horas y ya sentía el cansancio. Salí a la calzada para dar una vuelta a la manzana mientras caminaba rápido para enfriar.
Iba mirando los escaparates de las tiendas, cuando me encontré de nuevo en aquella tienda de animales. Tuve una idea, esperaba que Marcus no se enfadase.
Entré a la tienda y hablé con el dependiente. Suerte que había cogido antes de salir la tarjeta de crédito que Marcus me había dado, para gastos urgentes y este lo era, desde luego.
No sabría decir cuánto tiempo estuve haciendo papeleo en la tienda, pero ya tenía un cachorrito de dogo para cuidar. El pequeño no paraba de chuparme la cara mientras lo sostenía en mis brazos. El hombre que me lo había vendido se quedó sorprendido por mi fuerza, ya que llevaba todo lo que había comprado para el cachorro y a este como si no pesaran nada.
Cuando llegue al apartamento, deposité en el suelo al cachorrito. Cogí el cuenco del agua y la comida, lo rellené y lo dejé en el suelo. Coloqué también su camita junto al sofá, con algún que otro juguete para mordisquear.
Contemplé la escena con ternura, vi como el pequeño dogo blanquito venia hacia mí en un trote muy gracioso. Frotó su cabecita nívea por mi pierna, pidiendo por un poco de atención y cariño.
Lo cogí entre mis brazos y me dirigí a la habitación. Marcus seguía durmiendo plácidamente. Me senté a un lado de la cama colocando al chiquitín en mis piernas. Marcus al fin comenzó a moverse, despacio al principio.
Primero giró el rostro somnoliento hacía mi, luego abrió los ojos y al ver al perrito ahí, los cerró otra vez, se los frotó y volvió a abrirlos.
—Dana dime que eso no es un perro. —Rogó.
—No es un perro. —Hice una pausa, conteniendo el entusiasmo. —Es un precioso cachorrito de dogo blanco.
— ¡Oh por los Dioses, qué has hecho Dana!
—Solo es un chiquitín que no hace daño a nadie... No te enfades Marcus.Cogí al cachorro y lo coloqué sobre él. Se miraron ambos, quietos y sin saber muy bien cómo reaccionar alguno de los dos. Hasta que el cachorro se alzó de sus patas traseras y se apoyó con las delanteras sobre el pecho de Marcus, para a continuación lamerle el rostro.
—Ves, a él le gustas, ¿no podrías intentarlo tú también? —Supliqué.
—Pero el problema no es intentarlo, el problema es que el perro crece, tiene que comer, pasear... Además, ¿qué ocurrirá si tenemos que huir de nuevo, o si nos atacan?
—Me ocuparé enteramente de sus necesidades, no te verás en nada. —Le silencié cuando iba a continuar. —Y por los ataques... no avecinemos nada por el momento. Por favor Marcus, un poco de felicidad y distracción no nos vendrá mal.
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La Última Guardiana. (Dioses Y Guardianas 1)
FantasyElla estaba sola. Ella estaba en peligro. Su primer instinto: Matar. Ese fue el momento que les cambio la vida de una forma que jamás se hubieran ni imaginado. Dana era una joven alegre y despreocupada en la vida. Marcus tenía un objetivo: Dana. Nad...